La abnegación de los mutantes (Añ0 2045)
(Parte 4º)
El
ambiente del círculo era de cordialidad; estar reunidos todos juntos dentro del
farm les hacía sentirse seguros. Todos estaban absortos en sus propios mundos,
menos Levar, que contemplaba al león
paciente ajena a todo lo demás. Él le devolvió una mirada pausada; su corazón
palpitaba solo con verla. La mujer bipolar le trasmitió pasión con los ojos y
sosiego y tranquilidad con los gestos de su rostro. En ese momento era
indiferente que pudieran leer los pensamientos el uno del otro. Eso ahora no
importaba.
-No
tardaré- dijo Rasha sin apartarle la mirada.
-No
tardes- le contesto ella clavándole las pupilas.
-Hermano
Joe- saludó Rasha entrando en el farm del león de Judá.
-Hermano
Rasha- ambos agacharon la cabeza.
-¿De
que querías hablarme Joe?
-De
las alianzas. No confío del todo en estos mutantes. Son muchos y pueden cambiar
el rumbo de las cosas. Cualquier decisión puede trastocar nuestros planes y me
temo que su conducta es algo caprichosa.
-Sobre
el tema de las decisiones, tal vez tengas razón. –dijo sentándose en uno de los
asientos del farm. –-¿Que sugieres?- dijo echándose las rastas hacia atrás. Era
conveniente que Joe se sintiera participe de las decisiones, el líder sabía que
era una forma eficaz de que trabajara en grupo y aportara ideas.
-Creo
que lo mejor sería desmarcarnos de ellos. Tienen objetivos muy distintos a
nosotros y métodos para conseguirlos que no compartimos en absoluto. Nosotros
ya formamos un gran ejército.
-Si
somos más nos actuaremos con mas ventaja, aunque nos cueste movernos un poco
más.
-Ellos
podrían luchar a su manera y nosotros a la nuestra por separado, en distintos
momentos en el tiempo.
-¿Cómo
pretendes solucionar lo que planteas?-siguió diciendo Rasha.
-Realmente
ahora les necesitamos. Ellos son únicos, se desahuciaron del Faraón y tratan de
vivir su propia vida, aunque para sobrevivir
han tenido que adaptarse a la ley babilónica.
-Bien.
Han estado sometidos y quieren liberarse de cualquier yugo. Eso está claro,
Rasha- dijo impaciente.- Pero debemos probarles- argumentó. De hecho no tenemos
tiempo, hay que jugársela a la primera.
-Además
buscan a la reina- añadió siendo testigo de cómo Rasha arrugaba la cara.
-¿Desde
cuando te interesa la reina?- dijo ojeando el farm y a sus tripulantes, tratando
de no darle importancia a las palabras de Joe.
-Vamos
Rasha, la subestime pero es poderosa, de eso ya no hay duda.
-Avisaré
a todos los farms. Ahora todas las mujeres deberán ser nombradas y tratadas
como reinas. No podemos poner en evidencia la identidad de la reina Bipolar.
-Estoy
de acuerdo. ¿Y que haremos con los mutantes rojos? – preguntó Joe interesado.
-¡Confiar
Joe, confiar!- exclamó Rasha algo inseguro. –Ellos no son enemigos. Al menos no
lo son para ti por mucho que pienses lo contrario. Solo buscan la liberación.
-¿Y
ahora que esperamos? ¿Los farms están por fin organizados?- dijo Joe inquieto.
-Están
buscando más farms para los rojos que se han quedado sin vehículo. Será una
tarea difícil. Aunque se hayan sumado mas insurgentes siguen faltando farms.
-Entonces,
ya nos habrán encontrado, supongo- dijo seriamente Joe esperando una
contestación.
-Si,
claro. Creen que somos una concentración de rojos que celebran una simple
reunión. En principio no sospechan que hay algo mas que mutantes rojos.
-Tú
lo has dicho… en principio.
-La
cuestión es que tenemos a los mutantes de nuestra parte- siguió diciendo Rasha-
Y eso es un gran punto a nuestro favor. Hay que estar alerta siempre y ellos lo
están las veinticuatro horas, es su forma de vida.. Atacaran a Babylon con
mejores armas que nosotros; están acostumbrados a lidiar con las energías
negras.
-Supongo.
–contestó Joe.
-Ahora
no salgáis del farm y, mientras tanto, nombrar a todas las mujeres que tengáis
en vuestros círculos como “reinas”. Si
hay cualquier otro cambio os avisaré cuanto antes con la pantalla tecnológica.
-Perfecto
– dijo Joe mientras Rasha ya se estaba marchando hacia el exterior.
El
león, que se movía a paso ligero, iba haciendo una inspección rápida de todo
cuanto le acontecía. Entre los farms y los aparcamientos señalizados de la
estación los insurgentes probaban sus habilidades. Algunos daban saltos y
piruetas increíbles sirviéndose tan solo de su propio cuerpo. Otros se embestían
mutuamente para medir sus fuerzas. Nadie
sacaba las uñas. No era necesario en ese momento y podía ser mortal…
Otros,
esbeltos y precavidos, jugaban a juegos en el aire utilizando cuerdas y telas
que habían colgado en el techado de la estación. Aunque mantenían un equilibrio
pasmoso, jugaban con la probabilidad de que cayera alguna cuerda ya que aquel
techo era antiguo y podía no resistir.
Había
hombres y mujeres por igual. Sin embargo no había ni un solo niño. Valorando la
situación, el león apreciaba que la gran mayoría tenían todos los requisitos
suficientes para ser buenos luchadores; coraje, gallardía, respeto por el resto
de luchadores, habilidades con las armas y la lucha y técnicas de combate. Y por último y más importante,
la maestría, la cual era privilegio solo
de los que tenían mas experiencia.
Se
notaba que los rojos habían heredados algunas cualidades de los mutantes azules
y de los leones de Sión. Antiguamente una alianza los unió en una guerra épica a
favor de la liberación. La mezcla de linajes hizo posible la aparición de estos
seres extraordinarios. Todo el Universo Alfa sabía que, de las mezclas
genéticas entre espirales, siempre surgían los Alfarianos más fuertes y
resistentes a cualquier energía negra.
Mientras
a Rasha le faltaban unos pasos para llegar al farm, Asar llegaba al mismo por
un camino distinto. Ambos se llegaron a la puerta del farm al
mismo tiempo.
-¿Ya
estás aquí? -preguntó el león al muchacho tratando de no ser insidioso.
-Si,
ya hemos organizado los nuevos farms. Ahora faltan por llegar los mecánicos y
cuando eso suceda, solo nos faltara por posicionar a unos ochenta rojos más.
-Muy
bien Asar. Buena labor. Yo quería pedirte algo…- dejó caer cambiando bruscamente
de tema.
-Quería
pedirte que te quedaras en nuestro farm.
-No
sé que contestar. Quizá el resto me necesite- contestó preocupado.
-Ya
están casi todos posicionados. Faltan unos pocos que confío en tu buen hacer.
Además cada grupo estará guiado por un jefe. Te invito a que te quedes con
nosotros. Para nosotros el viaje no es tan sencillo. –confesó.
-Entiendo,
aunque tienes un grupo magnífico.- le felicitó.
-Si
pero esto para algunos es un túnel negro. Jamás habían luchado.
-De
acuerdo, me convenciste pero ahora tengo que ausentarme. Debo explicarles a mis
hermanos mi ausencia.
-Bien-
contestó el león Negro entrando en el farm.- Te esperaremos aquí, pero no te
sientas comprometido. Debe ser tu voluntad.- Dijo apuntando al farm con el
dedo.
Al
entrar al vehículo Levar salía. Se quedaron paralizados; divididos entre dos
tierras enfrentadas.
-Te
dije que no salieras- le dijo poniendo cara de circunstancia por sentirse en un
espacio angosto.
-Te
dije que saldría. – dijo aún enfurecida con él.
Levar
sintió que sus piernas le temblaban.
Trató
de controlar sus instintos pero era difícil evitar la mezcolanza de
sentimientos hasta el punto de transformarla en un resultado positivo.
Las
manos también le temblaban y cuando le miraba a los ojos caía en un abismo que
nublaba sus recuerdos y sus emociones.
Se
miraron a los labios y con los ojos trataron de moverse para no aparentar
inseguridad.
-¿Porque
tu mente de nuevo es un muro?- pensó Rasha.
-¿Por
qué tu no puedes derribar el muro?- siguió pensando ella.
Ambos
oían sus pensamientos. Ambos oían los latidos del sus corazones pero ninguno
era capaz de reaccionar.
-Asar
vendrá pronto al farm. Se ha unido a nuestro grupo. – logró vocalizar el león.
-Es
un buen chaval. Al menos a mi me lo parece.
-Luchará
con nosotros, y sí, es cierto que es un chico valiente. –Procuró decir Rasha para distender la situación.
-Le
daremos una oportunidad pues.
Levar
volvió a recordar a Asar. La profundidad de sus ojos le recordaba a alguien; le
traía reminiscencias del pasado, aunque ya no sabía bien en que punto de la
historia se encontraba y si eso realmente era importante.
-Bueno,
no voy a salir del farm. Pero que conste que estoy en mi derecho de hacerlo. –
dijo tratando de abrirse paso para entrar de nuevo con sus compañeros.
-Tu
deber es proteger la puerta, no buscarte líos. De hecho tu deber es mayor que
tu derecho -dijo tajantemente Rasha.- Deberías tener en cuenta que yo también
tengo deberes.
Hizo una pausa y respiró hondo.
-Cuando
te marches, Levar, estaré orgulloso de que llegues sana y salva a tu casa con
los tuyos. Ese es mi deber- admitió.
-¿Y
si no vuelvo?- preguntó cargando un peso especial a sus espaldas.
-Tendrás
tu propia encrucijada. Sea como sea no debes pensar nada más que en ti.
-¿Y
si lo que pienso conlleva pensar en todos vosotros?
-Serías
entonces un Ággelo pero no debes olvidar que tienes que comportarte como lo que
eres, una reina.
Ella
bajó su mirada y con ella el mentón.
Temía
por un futuro. ¿Con que alter ego debía encontrarse de sí misma? En esta ocasión no podría evitarlo. Tratando
siempre de darle sentido ha todo había olvidado que su origen y su esencia, sus
pasos dados y por dar, eran los que habían dado un fundamento firme e
indestructible a su propia encrucijada.
Ella,
en muchos momentos se había sentido asediada por sus propias ideas, y, en
ocasiones, había fingido que no estaban allí, que no existían y por lo tanto no
tenía que admitirlas.
Ahora
estaba bloqueando en su mente sus verdaderos deseos, a la par que obstruía todo
aquello que no era capaz de afrontar. Era una reina y si lo era tendría que
comportarse como tal, sin fingir que no tenía dudas ni conflictos consigo
misma. Tenía que aceptar su encrucijada sin evitar pensar en su propia
existencia. No podía salvar a ningun Alfariano si no se había salvado ni así
misma.
Tenía
la obligación de encubrir sus habilidades y sus virtudes para no llamar la
atención entre los mutantes rojos. Esta mentira le hacía sentirse impotente, e
incluso le procuraba algo de ira.
Por
otro lado, parecía que estaba fingiendo con pasmosa facilidad que no sentía
nada por Rasha, y sin embargo, si que expresaba que había echado de menos Kufu y
sentía algo por él. Pero no podía alterar el rumbo de Rasha ni hacer de menos
al Ággelo ahora que había arriesgado su vida por acercarse a ella.
La
situación era absurda: lo estaba siendo desde que se había encontrado por primera vez con Tania
hasta el día de hoy. Nadie le creería en la Tierra, contarlo sería cavar su propia tumba y en
lugar de echar tierra en el hoyo, lo llenarían de pastillas.
¿Por
qué le había pasado esto a ella? ¿Por qué las tinieblas le habían llevado
siempre a la luz? Esta vez una luz cegadora que se empeñaba en seguir los pasos
del conejo blanco le impulsaba a llevar hasta el Faraón.
Es
cierto, había llorado en silencio por no ser aceptada por Tania o por sentir
que Jacky solo la trataba con condescendencia. Sus amigos no habían entendido
parte de su encrucijada pero el incondicional Blod le había enseñado que hay
pantallas individuales, en las que nadie puede entrar nada más que una misma.
Todo
tenía que terminar. Tarde o temprano se toparía con su propia encrucijada y
todo cambiaría. Sin embargo, presentía algo más; presentía un camino de tierra,
barro y cielo. Presentía recuerdos que aún no habían sucedido…
Ahora
su enfermedad no le condenaba a una existencia fútil. En la Tierra seguirían
estigmatizándola pero ahora todo estaba tan claro que no necesitaba ningún tipo
de aprobación externa.
Todo
tenía sentido contemplado la dualidad bipolar de la espiral…
Después
de navegar en pensamientos profundos miró a Rasha a los ojos.
Quería
decirle que necesitaba derrumbar la pared que los separaba. Quería decirle…
-Rasha,
¿Cuándo partiremos? – dijo avergonzada por su propia cobardía.
-No
se, supongo que cuando caiga el día, en cualquier momento. Ya sabes que aquí
solo debemos escondernos durante la noche y atacar por la mañana. Pero aún no
sé. Faltan mutantes y aún no tenemos claro como plantearemos el ataque a la
secta.
-Faltará
un día y medio quizá- calculó la reina por instinto.
-Tal
vez- contesto inquieto mirando hacia todos los lados.
-Tranquilo-
dijo resignada.
Sé
que nunca escucharás mi corazón. – pensó para sí misma.
Entonces
trasmitió con la mente algo a Rasha pero era difuso.
-¿Qué?-
dijo él.
-Nada,
nada- repitió la reina Bipolar. Entonces Blod salió a buscarla a la puerta.
-Estás
aquí – dijo en cuanto la vio.
En
ese mismo instante Rasha desapareció en el interior del farm.
Los
farms que faltaban empezaron a llegar. Pal, Sofía y Asar se encargarían de
recibirlos. Algunos estaban ya organizados. Otros iban casi vacíos esperando a
ser ocupados.
Asar
manejaba a las multitudes con una increíble naturalidad. No parecía un mutante
azul pero tampoco tenía el aspecto de un mutante rojo. Él era el único con tez
morena y pelo negro rizado. Además era un ser fuera de lo habitual no solo por
su aspecto sino por la facilidad prodigiosa que tenía de mover masas con armado de una
esencia humilde y sencilla. Esto no implicaba que fuera un muchacho simple y
común. Implicaba que no necesitaba subterfugios para rendir a sus pies a la
colectividad.
Conocía
a los gatos, algunos decían que también él podía transformarse. Pero no era uno
de ellos. Había sido consagrado clandestinamente con un tótem llamado Boaz; una
columna que simbolizaba la fuerza y la alegría.
Si,
era un muchacho optimista; tanto que creía en los milagros y renegaba de las
encrucijadas inútiles. Para él todo tenía tanto sentido, al igual que lo tenía el
propio equilibrio del Universo Alfa.
Ahora
solo faltaba saber las coordenadas de la Secta, planear un ataque, llegar a la ciudad
Negra y derrocar a la Secta
principal.
Algunos
jefes hablaban sobre los planes de lucha.
Rasha
se encargaba de todos sus luchadores. El león Pripe le estaba ayudando en
primera persona y Joe era el encargado de algunos farms, como el farm donde
estaba el chamán Ribe.
Sobre
el resto de farms cada uno tenía un jefe a bordo dispuesto a capitanear a cada
círculo.
Asar
había generado ciertas expectativas que resultaron atractivas para los
centenares de mutantes.
Era
decidido, valiente y directo.
Aunque
ahora seguiría al grupo de Rasha, su mente estaba enfocada en un numeroso grupo
de gatos que tramaban la derrota de la
Secta y la muerte del Faraón.
-Siul,
no debemos defraudar al Faraón. Quizá me subestime porque me manda individuos
como tú- Isocrati gesticuló convencido de que el secuaz que le había mandado el
mismo Faraón podría solucionar algunos de los cabos sueltos que sostenían con
pinzas el asunto de la mujer bipolar. -pero he de decir que mi poder entre los
mutantes azules es mayor al que jamás había alcanzado ningún mutante azul.
Isocrati
se regodeó en su prepotencia y Siul asintió. Juntó las dos manos por la yema de
los dedos abriendo completamente las muñecas. Después, sin dejar de hacer aquel
gesto, reposó los codos sobre la mesa y trató de relajarse. Isocrati no era un
mutante demasiado listo pero su maldad corrosiva corría a su favor.
El
hombre misterioso llevaba un hábito marrón y la capucha la tenía colocada de
manera que no se le veía apenas la cara, tal vez unas sombras, pero era
preferible no tener que ver su rostro. No era un hombre obeso pero si
corpulento.
Isocrati
gozaba al verle así…, pero pronto dejaría de ver su auténtica esencia.
Realmente su cara era abominable pero el jefe de la Secta estaba acostumbrado a
las mutaciones de los azules y los ∏. Estaba
íntimamente familiarizado con al cara del mal.
En
realidad aquel hombre no era pusilánime sino que se comportaba como tal y tal
disposición erotizaba morbosamente los pensamientos de Isocrati, pues el
dirigente sabía perfectamente que su falsa timidez cobarde era uno de los miles
de disfraces que un ser como Siul podía adoptar y que adoptara éste solo
implicaba que era mas inteligente y mas influyente de cabía esperar.
Además el ser pusilánime le había facilitado a Isocrati unas pastillas que le hacían sentirse seguro de sí mismo al cien por cien. Con eso podría funcionar de maravilla durante mas de un mes.
-Si
no tienes nada más que decir, he de marcharme. Pronto tendrás noticias mías.
Hasta entonces…
El hombre encapuchado hizo
un ademán con la cabeza y se levantó deslizándose hasta salir fuera del
salón-escritorio como si fuera un gato.
La
secta estaba representada por cinco mutantes azules liderados por un sexto que
no era un azul puro, sino una mezcla entre gato insurgente y mutante azul. El
único que tenía más cosas en común con los gatos era paradójicamente el más
despreciable y ruin de todos los mutantes azules cuantos se podía imaginar de
la espiral al completo. Era inigualable, pero eso sí; por su odio y egoísmo.
Este
ser, que se hacía llamar Isocrati, tenía gravado en su corazón el interés
eterno por una vida superflua llena de codicia. Maquinaba en su beneficio mil
tretas maliciosas y vendía al resto del grupo la promesa de vivir una vida
inmortal que el mismo Faraón le había prometido desde hacía un tiempo.
En
la ciudad Negra los mutantes azules eran exclusivamente nocturnos.
Dormían
las tres horas de día, junto a unas pocas horas más de noche.
A
penas comían y desechaban sus horas pasando de una pantalla a otra.
Se
saturaban de velocidad, riesgo y diversión fugaz durante casi todo el día y
cuando pasaban una pantalla se adjudicaban honores y volvían a absorber energía
para retomar de nuevo el seductor juego de pasar otra pantalla.
Sin
embargo Isocrati les engañaba. En realidad solo les dejaba pasar pantallas en
casos muy puntuales pues la verdaderas pantallas que solían pasar los mutantes
azules eran simplemente un simulacro; vidas de plástico empaquetadas por la
especulación de su dirigente, vidas enfrascadas en sueños que nunca se
cumplirían pero pintaban bonito.
De
todos modos, superar las pantallas ficticias suponía tener precisión y práctica
y eso era un aliciente que siempre captaba la atención de aquellos pobres
incautos.
La Secta había echo de sus habitantes seres pusilánimes y
vacíos, sin iniciativa ni creatividad propia. Todo pensamiento era masticado y
estaba urdido en un gran plan que los mantenía esclavos de sus sueños ficticios
de superar pantallas. Sin embargo algo alteraría sus rutinas en breve. Algo
inesperado…
En
la vieja estación el caos inicial se había convertido en un orden aparente. Los
mutantes seguían fuera de los farms, lo que todavía estaba manteniendo cierto
caos. Sin embargo, los farms estaban organizados y cada uno sabía el lugar que
le correspondía.
De
todos modos era casi imposible que los rojos estuvieran callados, ordenados y
aplacaran su emotividad.
Rasha
pensaba que esto se subsanaría definitivamente cuando se arreglaran todos los
farms y se terminaran de ordenar filas. Pero Asar sabía perfectamente que nada
aplacaría el fuego interno que ardía dentro de cada uno de los mutantes rojos que
vivían dentro de aquella inmunda espiral.
-¿Has
visto a los visitantes de las espirales?- Preguntó un mutante afanándose por
colocarse las botas.
-Si,
claro. ¿Por qué? –le cuestionó el compañero de al lado.
Ambos
eran altos y llevaban el pelo rojo y largo hasta la nuca peinado hacia atrás.
Uno vestía de negro, con el símbolo de los mutantes cosido en la camiseta, y abajo llevaba un pantalón
ajustado.
El
otro llevaba una camiseta violeta y un pantalón gris similar a los mutantes
azules, pero el símbolo de las pirámides invertidas que llevaba en el cuello,
delataban desde cualquier distancia
corta su condición de rojo.
-No
sé, me parecen extraños- siguió diciendo el primero.- No parecen tener el
suficiente miedo por llegar a la ciudad Negra y luego afrontar al Faraón…
-Quizá
ignoran lo que se van a encontrar. Sea como sea eso les mantendrá serenos. No
es conveniente que esos Alfarianos pierdan el control.- Dijo el otro.
-Tienes
razón, lo ignoran y en parte eso les puede servir de ayuda- dijo sacando una
conclusión de lo que su mismo compañero había comentado.
Mientras
ellos hablaban pasó Asar por delante.
-Faltan
por llegar un par de farms y arreglar los que están estropeados- gritó a los
insurgentes- Mientras tanto os ruego cierto orden.
El
ambiente estaba relajado. Nadie tenía energías para hacer esfuerzos extra. Aún
así todo estaba repleto de mutantes rojos sentados en distintas partes de la
estación.
-¿Cuánto
faltará para partir?-gritó uno.
-Quizá
medio día. Tal vez uno. Ojala que pronto.
Cuando
el muchacho carismático dejó de hablar los mutantes siguieron en sus
conversaciones. Todo aparentaba calma pero los rojos no podían estar encerrados
en los vehículos. Nadie podía impedirles lo contrario.
Asar
se dirigió hacia el farm de Rasha. De momento, no quedaba nada pendiente por
hacer. Los rojos disponían de armas y valor suficiente para la lucha y eso
venía dado de antemano. Lo único que no tenían eran víveres pero eran capaces
de permanecer durante dos días sin comer, incluso tres. En caso de necesitarlo siempre llevaban
encima unas raíces energéticas llamadas schizandras, mezcladas con germen de
trigo, que los propios mutantes azules proporcionaban a sus compatriotas para
pasar pantallas.
La
gran parte de la alimentación de la espiral de los mutantes se sustentaba de
estimulantes tanto naturales como químicos. Aunque los rojos optaban por los
primeros. Eso era suficiente para alimentarse teniendo en cuenta que ellos
también absorbían energías de otros mutantes. Podían ser positivas pero en
ocasiones no podían evitar impregnarse de las negativas.
Y cuando eso sucedía con los azules trataban de
guardar las formas realizando otras actividades que les descargar la rabia y la
frustración que tenían por no poder luchar por ser ellos mismos. En ocasiones
algunos no podían dominar su interior
hasta el punto de crear lucha absurdas donde probablemente tendrían el as de
perder. Por eso los rojos preferían vivir en los bajos fondos, para evitar un
enfrentamiento que podría acabar desgraciadamente en muerte. Si un rojo luchaba
con un azul podía destruirle hasta acabar con su encrucijada y, al fin y al
cabo, la encrucijada de los rojos no era matar a nadie.
Asar
se adentró en el farm. Había estado hablando con muchos rojos acerca de la
existencia de la reina Bipolar y debía trasmitírselo al grupo de Rasha cuanto
antes.
Una
vez dentro observó que los ánimos estaban calmados.
-Rasha,
tengo que hablar urgentemente contigo. Existe una incidencia no grata. – dijo
con un tono de voz serio y preocupante.
-Dime,
Asar. Te escucho.
-Todos
los grupos hablan acerca de una reina, por lo visto los ∏ y los mutantes la buscan. Si se enteran de que está entre nosotros
boicotearán el ataque a la ciudad Negra. Y creo que algunos sospechan que se
encuentra entre tus farms.
-¿Qué
sugieres que hagamos?- preguntó tratando de buscar la respuesta en la
predisposición de Asar.
-Un
señuelo. –Afirmó sin dilación.
-¿Un
señuelo? Había pensado algo parecido… Pero para eso alguien tendrá que
exponerse a un alto riesgo.
-Quiero
que me confirme que esa reina se encuentra entre nosotros. De lo contrario no
podré ayudaros.
Rasha
le miró dubitativo. Su instinto le decía que confiara en Asar pero la vida de
la reina era demasiado importante para él y, en realidad, para todas las
espirales.
Cogió
su espada y se la quitó dejándola en el asiento del conductor del farm. Era
mejor que esta conversación fuera confidencial.
-Vayamos
a fuera. Tenemos que hablar.
Se
dirigieron al exterior y ambos se miraron fijamente a los ojos por unos
segundos. Entonces Rasha comenzó a
hablar:
-¿Qué
sabes de la reina?- preguntó el león.
-Se
que es poderosa y si lucha con nosotros tendremos algo grande a nuestro favor.
Se cuenta que es una mujer alta y esbelta.
Rasha
en ese instante adoró el bulo que se había creado entorno a la reina.
-Dicen
que trae consigo la promesa de Sión. Un mundo nuevo para todos.
Rasha
se quedó mirando al muchacho asombrado.
-¿Estoy
en lo cierto, Rasha?- preguntó deseoso de encontrar alguna verdad en las
palabras del león.
-La
reina no viaja entre nosotros – mintió deliberadamente- Pero tenemos que hacer
que piensen que si lo hace y mandarla fuera de aquí. Así seguirán sus
pasos y no harán por buscarla.
-Rasha,
a mi no hace falta que me mientas. Esta entre vosotros y lo sé. Pero callaré la
verdad. Quizá sea la única esperanza para nuestras espirales.- dijo murmurando
la última frase.
-¿Ellos
saben que está aquí?
-Aún
no. Creen que vendrá entre la multitud para hablar con alguno de los líderes de
todos los luchadores. Al menos eso dicen. Sin embargo todos los muchachos están
alterados y entusiasmados con la idea. Esperan verla en cualquier momento.
-Tuviste
una buena idea con lo del señuelo. Pero no se que haremos con la otra chica.
Está expuesta a lo peor. Pero será de
gran ayuda para que los mutantes piensen que está en otro lugar y se pongan a
investigar fuera de nuestros farms.
-Podemos
hacer que pase con una plancha voladora vestida con un hábito.
-El
único impedimento es que arriesgaremos la vida de otra mujer… - se planteó
dubitativo el chico de ojos negros.
-Tranquilo,
lo idearemos bien, Realizaremos las maniobras pertinentes. Yo iré a buscar la
chica sustituta y tú iras a por la plancha voladora.
-De
acuerdo Rasha. –hizo un ademán en la cabeza para marcharse.
-Nos
vemos detrás de este farm- concluyó el león.
Pero
antes de irse Rasha paró al muchacho.
-¿Cómo
supiste quien era?- quiso saber consternado.
-Mirándole
a los ojos. Ella tiene unos ojos especiales. Los ojos de Sión… Eso es difícil
de encontrar.
Ambos
dieron media vuelta atrás.
Rasha
seguía aturdido por lo que aquel muchacho le había confesado. Era un chico más
inteligente aún de lo que pensaba.
Mientras
Asar se marchaba el león entraba en el farm.
Explicó
las nuevas noticias a todo el grupo y les comentó la idea del señuelo.
Convinieron
entre todos que la chica indicada sería Ari, una Ecodita hecha y derecha que
prefería luchar con la razón y no con las armas.
Rasha
accedió pero antes tenía que hablarlo con la muchacha a solas.
Levar
propuso que fuera ella. Realmente nadie lo imaginaría y volvería con Rasha sin
un rasguño.
-No
debemos tomar esos riesgos- dijo consternado el león. -La mejor idea es Ari.
-No
me parece justo. – Interfirió Levar de nuevo- Pondremos su vida en peligro.
-Y
la de todos si acudes tú- dijo Rasha temeroso de que le escucharan.
La
discusión se terminó pronto. Rasha decidió que fuera Ari pensara lo que pensara
nadie.
Prepararían
su escapada entre él y Asar. Su círculo desearía que una inocente volviera a
los farms.
Pripe
se ofreció para llevar a Ari en la plancha voladora. Era ducho en la espada y
los venablos y podía cambiar de forma cuando quisiera.
Rasha
así lo dispuso.
El
león fue al farm de Watchman. Tenía que consultar con la reina Makkeda lo
ocurrido. Su visita era bienvenida.
Entró
y saludó al jefe de los grupos. El hijo de Acuario parecía estar completamente
implicado en la lucha y el resto parecía adoptar signos de respeto hacia él.
Luego
se dirigió a la reina.
-Hola
reina Makkeda. ¿Cómo estás? –saludó Rasha.
-Bien.
Esperando nuevas posiciones y de momento tratando de que no se impaciente
nadie.
-Quisiera
hablar en privado contigo de un tema algo serio- dijo tratando de no darle mas
importancia de la normal.
-Bien,
vayamos a la salida del farm.
-Si
me permites.- dijo la reina e hizo un ademán al comenzar a andar.
Cuando
paró Rasha le habló en un tono comedido y cuidadoso.
-Sabéis
que buscan a la reina Bipolar. Hemos decidido crear un señuelo para que de la
sensación de que ella abandona la antigua estación.
-Si,
entiendo. Aunque el señuelo puede ser muy peligroso…
-Lo
estaría si no fuera por que va el león Pripe. Es un buen luchador y maneja bien
la plancha. – hizo una pausa y miró alrededor.
-Bien,
¿y quien irá con él?
-Hemos
elegido a Ari. – dijo temiendo la respuesta.
-¿Ari?
Je, je, je. –Rió la reina.- Es una Ecodita sencilla y corrientes…
-La
reina la eligió. Asegura que es valiente y decidida.
-Lo
es, Rasha, pero no tiene habilidades de vuelo y lucha. Exponemos a Ari a que
sea raptada, a que la torturen o lo que es peor, que la maten.
-Creo
que la última decisión debería tomarla ella, reina Makkeda.- insinuó Rasha.
-Cierto.
Ella debe elegir. Me reuniré contigo en tu farm y hablaré también con ella. Ya
es hora de que solucionemos este asunto.
Rasha
volvió al farm. La conversación con la reina Makkeda le había dejado algo
reflexivo. Tenía dudas acerca de la idea del un señuelo. Era estúpido porque,
de cualquier modo, los mutantes azules seguirían a Ari una vez atravesada la
estación de trenes pensando que era la reina Bipolar. Los secuaces de la Secta estarían acechando en
los alrededores esperando con ansiedad capturarla. Realmente llevar a una
Ecodita no era una idea tan brillante como para arriesgar su vida.
En
la ciudad Negra, la Secta
se había reunido para urdir un plan que trastocaría las intenciones de los
mutantes rojos y las de los mismos luchadores de Rasha.
Los
cinco mutantes que apoyaban a Isocrati hablaban, sin tomar aliento, acerca de
la masificación de mutantes rojos en la antigua estación de trenes.
Unos
interrumpían a otros y otros hablaban por encima de estos. Estaban sentados en
una amplia mesa rectangular de color negro. La mesa parecía de roble macizo por
su calidad pero estaba pintada con pintura de laca negra.
Isocrati
vestía un traje negro, ajustado a su talla que no hacía honor a sus aires de
grandeza. El resto vestían de forma similar a todos los mutantes azules; trajes
de camisa y pantalón de pinzas, combinando a veces el gris, otras el violeta o
incluso, si la ocasión lo requería, granate apagado.
-¡Vasta!-
gritó Isocrati levantando el brazo y agitando la cabeza lleno de cólera. Colocó
su pelo ralo, del cual la poca cantidad que le quedaba se encontraba en la nuca,
y luego se estiró el traje negro. Era un individuo obeso y bajito. Tenía las facciones de la cara redondeadas, unos
ojos marrones aceitunados y fríos y una esencia desposta de la que se percibía
un profundo desinterés por el resto del Universo Alfa.
-Sabemos
que los mutantes rojos traman algo- empezó diciendo- Pero lo que importa
verdaderamente es esa reina Bipolar. Es importante para el Faraón que llegue sana y salva y eso significa que
también lo es para mí.- Sonrió satisfecho y se quedó callado.
Entonces
uno de los miembros de la Secta
habló. Si lo hubiera hecho mientras hablaba Isocrati habría sido amonestado.
Todos
vivían con la inseguridad de ser castigado por realizar cualquier paso en falso
que hiciera sombra a Isocrati o a sus órdenes, lo que dejaba al consejo y al
resto de azules como siervos frente al
despotismo de Isocrati.
-Isocrati,
ellos también son importantes. Podrían llegar a ser peligrosos.
-¿Peligrosos?
Je, je, je. -Rió abiertamente.- Son cuatro idiotas buscando algo que no existe:
la libertad.
-Podrían
llegar a serlos. Dicen que son numerosos y más peligrosos incluso que algunos ∏.
-Habladurías,
podremos anularlos. -Dijo convencido.
-En
la concentración de mañanas iremos con nuestras armas. Son tan ancestrales que
habrán traído espadas y venablos. Quizá piensen que no nos van a coger por
sorpresa pero en realidad solo les estamos dando ventaja.
-En
aquella asquerosa estación se sienten protegidos y nosotros no somos nadie para
quitarles la ilusión. –Sonrió perversamente.
-Si
siguen allí podremos encontrar la manera de llegar a la reina Bipolar.- Dijo
otro trajeado de gris que se había unido a la sonrisa de Isocrati.
-La
reina no luchará, ellos solo quieren a la Secta y la reina es para el Faraón. Seguramente
podremos encontrarla viva.
Había
hablado un mutante infiltrado. Era un rojo que llevaba años trabajan do en
ambos bandos. Tuvo la esperanza de marear al dirigente con sus palabras pero
este ignoró sus palabras y concluyó la reunión:
-Bien,
bien. Tengo un infiltrado que pronto tendrá información sobre la reina. Así que
esperaremos, no creo que tanto farm vaya a desaparecer de repente de la estación…
Miró
al infiltrado y sonrió perversamente. Él le devolvió una sonrisa, una de plástico
y barro…
De
repente sonó un timbre que salía de una pantalla tecnológica que había
incrustada en la mesa en el lugar donde Isocrati se sentaba.
Antes
de que todos se marcharan Isocrati pidió que permanecieran en la sala con un
gesto de la mano. Luego cogió un pequeño auricular y se lo puso en la oreja.
-Si,
si. Te oigo a la perfección.
-Isocrati,
la reina Bipolar saldrá con una plancha voladora de la estación. Los mutantes
rojos temen por su vida y creen que saliendo de la estación podrán protegerla.
-Perfecto,
Siul. Buen trabajo.
El
rintintín de los modales de Isocrati exasperó al hombre misterioso pero tenía
que ser inteligente y guardar las apariencias.
-Quiero
que te acerques a ella. Debemos saber como actúa, como piensa, incluso como
siente.
-Eso
quizá me resulte difícil pero haré lo que se pueda.- Dijo en tono de
resignación, aunque sabía perfectamente que era capaz de llegar a las tinieblas
mas profundas.
-Bien,
mantenme informado.- Concluyó y dejó el auricular incrustado en un pequeño
soporte que estaba agarrado a la pantalla.
-Encontraremos
pronto a la reina. Solo hace falta estar en el lugar adecuado en le momento
adecuado- Le explicó al resto.
-Dicen
que ya ha matado a algunos ∏ y que su fuerza es más poderosa que la de dos leones
juntos. – intervino otro de los mutantes.
-Por
favor, hablar con coherencia. Las presuposiciones no nos sirven de nada.- Intervino
otro enchaquetado.
-Si
el Faraón la quiere… será por algo- añadió Isocrati -Nosotros recibiremos una
gran recompensa por ello. Es lo único que ha de importarnos.- Advirtió
sonriendo a todo grupo.
-Cualquiera
se vende por un módico precio- siguió riendo el hombre bajito y ruin.
Entonces
alzó la mano y señaló la puerta.
-¡Buscadla!
Ir a la estación. Pronto saldrá y será sencillo capturarla. El secuaz del
Faraón nos avisará sobre el punto exacto donde podremos localizarla.
-¡Después
traerla aquí!- siguió exclamando.
Segundos
después miró con cierta severidad al grupo y los cinco mutantes de traje gris y
negro. Debían abandonar la sala de inmediato o su paciencia se agotaría...
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-Es la llave, Charlie. Solo tienes que encontrar la llave.
-¿Que llave? Yo nunca fui bueno para abrir puertas.
-La cerradura encaja. Tienes que luchar por la cerradura
de lo contrario no podrás usar la llave.
-Sigo sin entender...
-No puedes abrirla con cosas que crees que la abriran,
porque has de buscar pruebas, pruebas que la abran.
-Ah bueno- dijo ingenuamente.- ¿Pero porque este
juego es tan extraño?
-Con las alas no se juega, Charlie, no se juega...
Istharenlanoxe...
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