El contenido de La espiral Bipolar se engloba en un libro de alrededor de 140.000 palabras (o al menos eso creo de momento) Aquí haré la honesta y árdua tarea de transcribir los cápitulos en varias fases para una lectura mas fácil. Y sobre todo compartiré el arte porque el arte que trasmite es el arte para TODOS.
La curiosidad dió sentido a nuestros pasos y nuestros pasos nos llevaron a ella...a la curiosidad bajo el influjo de las mismas espirales.

{Os mando la energía... si queréis saltar os espero en la otra espiral}

jueves, 14 de junio de 2012

(Capítulo I, fase II) EL DESCUBRINIENTO





Abrió los ojos. La condena seguía en pie.
Había amanecido en un hospital.
Desubicada, desinformada, desorientada. Los antipsicóticos no funcionaban. Ella volvía a ver…
Veía a algunos hablar de su velocidad mental. Otros solo se mofaban. Algo estaba sucediendo. 
Podrían ser sentimientos bipolares, contrapuestos y carentes de coherencia vistos de forma bilateral.
No tenía sentido pensar con más rapidez, al menos no lo tenía para ella. Sin embargo, el resto podía hacerlo así que necesitaba correr tras el conejo blanco. Necesitaba saber…
El lavado de estomago la condujo a una desazón acompañada de curiosidad. Su cuerpo yacía cuasi inerte sobre la cama. Era una muchacha fuerte, corpulenta, concentrada en una altura de un metro sesenta, engarrotada por la situación, con una maraña de pelo corto a modo de flequillo y el resto largo y rebelde, a la altura de la cintura, acompañado de unas patillas también largas y enroscadas.

Se echó a dormir. Un hospital era un hospital; un purgatorio para redimir intentos suicidas, un velatorio de almas en pena, la casa de un amigo desconocido donde Levar y cualquiera de sus compañeros de hospital  encontraban a sus iguales.
El mañana no importaba y junto a ella todo reposaba en un manto de sufrimiento para sus padres. Y ella, aunque tenía la necesidad de dormir, solo estaba convencida de una cosa… seguir al conejo blanco.

Despertar. Almuerzo matutino a horas malditas de la madrugada. Leche con cereales y galletas. Ella no quería reavivar su estomago. Compañeros ilustres, cada uno con su psicosis y esquizofrenia a la carta.
¿Por qué todo sucedía de aquel modo? ¿Por qué tenía la sensación de que el nido del cuco aguardaba sorpresas?
Liasan arrastraba la fatalidad de reconocerse como un ser embrionario, incapaz de cambiar su postura fetal, descontrolada a veces...otras perdida sin rumbo mirando timidamente a Levar y agresivamente a la enfermera.
Yan era un pobre acelerado atrapado en la dimensión maníaca de la bipolaridad. Y Atón, ese desconocido para todos fingía ser alguien "normal" con la simple, llana y secreta convicción de que engañaría a algunos hasta el punto de poder estar en dos lugares a la vez; en la correcta conducta de los auxiliares y hombres de seguridad y al mismo tiempo cercano a las desgracias agenas que por otra parte le importaban dos rábanos.

Otra vez esa sensación: controlar varias situaciones a la vez sin ningún esfuerzo. Parte de las enfermeras trataban con una frialdad extrema a los pacientes. Aquello resultaba estar aderezado con un cinismo irrisorio camuflado de profesionalidad y rigor.
Casi  todos los pacientes se mantenían en pie como podían.
Levar solo observaba. Buscaba respuestas…
Antes de ingresar en este lugar extraño donde los locos parecían ser los funcionarios, recordaba a su hermana Sol. Una desaparición tan extraña, una vida tan plena…
Su hermana, a diferencia de ella, poseía un cabello rubio ceniza encaracolado y un espíritu dispuesto a traspasar cualquier barrera para crecer. No podía desaparecer así como así. Confiaba en que algún día se plantaría frente a sus padres aunque fuese solo para abrazarlos. Pero al parecer su chica de pelo profuso prefería mantenerse al margen de una vida corriente y alienada. Quién sabe si su destino tuvo algo que ver con su propia desaparición.
La última vez que vieron a Sol estaba con otra amiga acicalándose las rastas en un banco del parque Censal, disfrutando del sol primaveral mientras sus respectivos perros jugaban a ser niños de nuevo. Quién podía presagiar su huida…




No era complicado sucumbir  al cálido sopor de las pastillas y en las noches venideras sería complicado aguantar con los ojos abiertos aunque el corazón siguiera galopando. Todos dormían menos Levar y el resto de bipolares.

Yan dio un brinco de la cama de “fuerza”. Aunque se sentía acelerado estaba atrapado en el pasillo del hospital. Ya había probado la pastilla “de intento de escapatoria” y no resultó.
Sin embargo, Antón podía transportarse en varias direcciones. Las enfermeras aún le respetaban. Había construido un sólido colchón de dinero, con lo cual podía lidiar con el palo en el culo que aguantaban algunas enfermeras.En aquel cínico teatro solo se salvaban algunos enfermeros apenas un poco mas profesionales pero lo suficiente como para marcar la diferencia.
¡Tantos sueños rotos por los pasillos! ¡Tantos espejos crucificados! ¡Tantas horas luchando gracias o contra una medicación que condenaría a Levar para toda la vida…!



Llegó el día. A media mañana le darían el alta y volvería a casa. Así que comenzó a despedirse de sus compañeros de pesadilla. Al fin y al cabo ellos habían sido su familia durante estas dos semanas interminables.
Esperaba inquieta por los pasillos a cualquier señal que presagiara su ida.
Por fin llegaron sus padres. Les hicieron pasar junto con Levar a uno de los despachos.

-Su hija es muy fuerte, su hija es muy inteligente, su hija sabe lo que le pasa perfectamente -dijo el psiquiatra-. De todos modos tendrá que medicarse toda la vida…    es bipolar.

Los padres de ella estaban boquiabiertos. Era la primera vez que barajaban estos conceptos. Aun así, padres e hija se miraron con absoluta entereza ignorando las miradas inquisidoras del profesional. Este siguió hablando y planteó un calendario de vida que, según él, no podía saltarse.
Después, Levar salió del despachó y esperó fuera. A posteriori tuvieron una larga charla con el psiquiatra y antes de salir firmaron el alta.
Ella ya era libre…



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Isthar Enlanoxe.












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