El contenido de La espiral Bipolar se engloba en un libro de alrededor de 140.000 palabras (o al menos eso creo de momento) Aquí haré la honesta y árdua tarea de transcribir los cápitulos en varias fases para una lectura mas fácil. Y sobre todo compartiré el arte porque el arte que trasmite es el arte para TODOS.
La curiosidad dió sentido a nuestros pasos y nuestros pasos nos llevaron a ella...a la curiosidad bajo el influjo de las mismas espirales.

{Os mando la energía... si queréis saltar os espero en la otra espiral}

domingo, 8 de julio de 2012

(CAPÍTULO 7, 2ªPARTE)

La espiral de los leones de Sión. (2ªParte)



El león y la terrestre salieron del almacén y un hijo de Acuario, que los vio casualmente, fue corriendo hacia ellos y les advirtió:
-Os están buscando por todos los sitios. Jacky supuso que estaríais juntos.
Ambos se miraron cómplices del momento, sabiendo que lo ocurrido probablemente sería reprobado.
La chica bipolar corrió hacia la tienda provisional junto al resto.
Rasha desapareció.
-¡Estoy aquí! -gritó Levar.
-Me tuviste toda la noche preocupado. No quisimos alertar a los leones para no generar una preocupación innecesaria -exclamó Blod tan serio como pudo.
-Estaba con Rasha -contestó sonrojada.
-Tenías que haber avisado -intervino Tania.
-Jacky aún os estará buscando seguramente -siguió diciendo.

Todos llegaron a la tienda, unos avisados por otros. Había sido una falsa alarma, pero el susto estaba asegurado.
En lo que quedó de día, Levar y Rasha se mantuvieron al margen uno del otro. Estaban avergonzados por su comportamiento. Realmente se habían dejado llevar por la situación sin ser conscientes de sus consecuencias.
Los leones Negros eran honestos y sinceros, pero también muy pasionales. Provenían de un linaje entre hijas de Lilith, princesas Omega y leones. Ya quedaban pocos leones auténticos que no estuvieran vinculados con a una estirpe de princesas.
Pese a su pasión, eran admirados y queridos y sobre todo reconocidos como los seres más luchadores de todas las espirales.
En ocasiones Levar se preguntaba por qué algunos leones no podían atravesar solos algunas pantallas. Al igual que ellos, los hijos de Acuario y los hijos de la Liberación tampoco gozaban de ciertos privilegios. Si acaso, la fuerza era superior o lo era la inteligencia. Debatir esto era una estupidez, ya que de todos modos todos tenían el placer de pasar espirales gracias a los Keburis y, en el fondo, las virtudes que podían tener unos suplían los defectos de otros y viceversa.





La reina Omega tenía un mensaje para Rasha. Lo abrió de inmediato.
-Mando un farm con una comitiva de reinas y chamanes. La guerra está servida. Llegarán a la espiral de los leones de Sión en breve. Saludos y buena encrucijada.

Las reinas y los chamanes serían necesarios para las posibles bajas por muerte o por herida grave; serían útiles incluso para la misma lucha. Cualquier alma que se ofreciera era bien acogida pero este grupo no necesitaba ninguna autorización especial pues estaban rodeado de un halo de honorabilidad sagrado. Eran capaces de identificar a los alquimios, al menos en su gran mayoría, sanaban heridas intelectuales y corporales y enseñaban a otros a manejar sus energías.
Los chamanes eran verdaderos gurús para los alfarianos, auténticos maestros en el arte guiar energías. Por supuesto algunos estaban en niveles superiores a otros y una mayoría aprendía en la escuela de chamanes, a menudo un solo discípulo guiado por un solo maestro. Desgraciadamente la historia hizo que algunos chamanes usaran su energía para objetivos destructivos. De ahí surgieron los alquimios, seres temidos por tener la facultad de esconder su verdadera identidad.
Sin embargo, respecto a las virtudes de las reinas, se conocía su sobresaliente y benéfico carácte; muy pocas eran dañinas o manipuladoras. Quizá eran mas respetadas que los chamanes pero, por razones internas de clan, ellos se trasladaban por las espirales con más frecuencia y hacían pública su curtida virtualidad. 
Algunas trabajaban en grupos reducidos, de dos a seis reinas como mucho. Se decían que guardaban secretos sobre el Universo Alfa.  Uno de ellos, se comentaba, tenía relación con de su gran intuición. Eran capaces de adelantarse en el tiempo, intuían sucesos a corta y larga distancia y podían trasladarse de espiral en espiral sin la necesidad de servirse de un Keburi. 
Otras leyendas aseguraban que poseían la más alta magia de todo el Universo pero que, conscientes de su poder, utilizaban con discreción sus energías para no poner en peligro ninguna de las espirales. 
Solo algunas princesas consagradas podían entrar en algunos círculos del tiempo. Allí se les enseñaba a cristalizar y materializar sus pensamientos en pos de la virtud.
Las afortunadas solían ser aquellas que por sus cualidades se entendía que optarían al título de reinas.Cada una de ellas poseía una virtud y también guardaba consigo un secreto, un secreto que respiraba dentro de ellas como un corazón que solo puede mostrar si luz si es arrancado. 
Así que todo estaba atado y bien atado, mientras algunas reinas solitarias luchaban por la paz en otras espirales, otras creaban alianzas con algunos clanes como los chamanes, los leones o incluso los hijos de Acuario. Y había unas, las más poderosas, que permanecían en la espiral de las reinas, entre ellas la reina Omega; la más influyente de todas. 
Mientras las primeras reinas utilizaban solo algunas cualidades, las más poderosas dominaban lo invisible para trasnformarlo en visible, conocían el efecto del espacio-tiempo y el Número de Oro de las espirales y, sobre todo y ante todo, respetaban esa ley que por su necesidad de protección se había convertido en mística; la ley dual-psíquica que conformaba la vida de todos Universos.

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Después de leer el mensaje salió de su propia casa y buscó a Levar con la mirada.
No podía permitir que ahora le pasara algo. No podía desdeñar la situación enroscada
que implicaba a las espirales y al mismo tiempo ponía en vilo la vida personal de la hija de la Tierra. Sobre todo debía demostrar a la muchacha que podía contar con su confianza absoluta.
No hacerlo hubiera sido un deshonor no solo hacia la princesa bipolar sino hacia sus  propios sentimientos.
Se acercó a la tienda provisional y esperó unos segundos.
Observó como un hijo de Acuario salía por la apertura principal donde había un par de leones haciendo guardia y fumando ganja. El chico compartía con Tania las mismas franjas paralelas en la cara. Sin embargo, no tenía los laterales rapados sino toda la cabellera menos una trenza larga que le llegaba casi hasta la cintura. 
Le había visto antes y habría jurado que era un tipo afable.
Se acercó a él y le interrogó.
-¿Qué tal está ella? -dijo con ansiedad-. ¿Está bien?
-Claro, ahora está durmiendo un poco. Falta le hacía -dijo refunfuñado. 
Después miró seriamente a Rasha y pegó un golpe seco en la tela de la tienda. Mas tarde, sin mirarle tan si quiera, se alejó de la entrada.
Tras lo sucedido, entró y vio a Jacky haciendo malabares con frutas.
Éste siguió moviendo las piezas de fruta mientras Rasha le hablaba:
-¿Cómo está? ¿Duerme bien? -preguntó algo nervioso.
-Claro. ¡Oye, deberías tomar algo para los nervios chico! –exclamó con gracia sin dejar de mirar las piezas.
-La cuidarás, ¿verdad? -dijo en disposición de marcharse.
-¿Tú qué crees que llevo haciendo todo el viaje?

Blod procuró participar en la charla así que se acercó al león para plantearle su opinión sobre el asunto antes de que éste se fuera.
-Está agotada, no te preocupes, ella también sabe cuidarse de sí misma. Además, Jacky y yo hacemos guardia a su lado.
-En ningún momento voy a hacerle daño, si eso es lo que alguien ha podido pensar -manifestó ofuscado. 
Al pronunciar la palabra "alguien", miró enrededor, no pretendía acusar injustamente a nadie. En realidad pensaba que tendría que soportar un sentimiento de reproche colectivo
-Lo sé, tranquilo. Solo fue un susto.
-Fue una irresponsabilidad- admitió avergonzado- Todos podemos tener un fallo-se excusó.
-Si, Rasha. Puedo llegar a entenderte pero la cuestión es si tú serías capaz de darle la protección que estrictamente ella necesita de ti.
El león entendió de inmediato la sutileza de sus palabras y dio media vuelta.
Se sentía abatido, como si acabara de sufrir una gran fracaso.
Puso rumbo hacia el consejo, aunque no le faltaban ganas para correr hacia la selva y perderse en ella. 
Entró en su casa. Debía hablar con su madre lo antes posible pero exponerle la situación en la que se encontraban, ya que no solo era de vital importancia para el Universo Alfa sino que también lo era para él de la forma más íntima que podía conocer…






Todas las aldeas debían concentrarse y reclutar a luchadores contra Babylon. Pero no era el momento de preocuparse por ello. El día se marchaba y, con su ida, venía la noche y sus celebraciones. Todos habían descansado sobradamente.


El león relataba mientras su madre le miraba atónita. Su cara de preocupación iba en aumento. Y cuando le habló sobre Levar entendió…
Trás la conversación con su hijo, la gran madre se reunió con algunas princesas para preparar la ceremonia.
Su misión era expulsar, con sus rituales, todas las energías negativas que pudieran haberse hospedado en Levar y hacer lo mismo con los luchadores. Para ella era esencial que el simbolismo de la materia trascendiera al espíritu. 
La madre de los leones Negros era una señora esbelta, tan alta como su hijo. Su piel era de color chocolate  cobrizo y su cuerpo era robusto, amable, elegante. 
Tenía algo de sobre peso que hacía resaltar sus curvas y, en sus grandes pechos, lucía un talismán con la forma de una estrella de ocho puntas y una espiral en el centro.
Llevaba un gran turbante preñado de una mezcla de colores azules, amarillos y rojos. Era una manera sencilla de distinguir a la reina, de procurar su respeto. Aún así no era necesario ningún tipo de tiara honorífica pues en su rostro se reflejaba el carácter de una mujer firme, inteligente, emprendedora. 
Era una señora de unos sesenta años. Las arrugas que marcaban sus ojos, sus labios y su sién pronunciaban sus pómulos marcados. Estos surcos acompañaban a su mirada cálida y serena, que se expresaba bajo unas cejas arqueadas, para confluir por fin en una nariz achatada y amplia. Su nariz, que se acometía en unos labios gruesos y decididos tenía una marca que le atravesaba toda la cara hasta acabar en su cuello en forma de espiral. 
Junto con las princesas, la gran mayoría sus hijas, comenzaron a rebuscar por la cocina algunos ingredientes que necesitarían para los rituales.




Levar volvió a ponerse su traje de princesa guerrera.
La noche había llegado y los visitantes, llamados por su instinto más básico, se acercaron a las hogueras que los leones habían preparado inteligentemente junto a los comederos.
Los niños danzaban contentos. Sabían que esa noche era especial y podían bregar hasta altas horas, justo hasta­ que empezaran el ritual de la ganja.
Ya todos se habían reunido en las hogueras pero el entusiasmo mantenía a la gran mayoría en pie. Hablaban eufóricos e intercambiaban historias sobre lo sucedido deseando convertirlas en leyendas, quién sabe si algún podrían dar lugar a una sabiduría regalada para los futuros niños.
La reina Madre batía con un gran palo de madera el contenido de una olla de grandes proporciones.
Comenzó a recitar un ritual en el que iba expulsando a los malos espíritus y daba la bienvenida a los buenos. Consagraba el brebaje con preciosas palabras, ayudada de las princesas que iban añadiendo distintas hierbas a la olla; hojas de Guda, laurel, sal, cabezas de ajo…
“Lo que es arriba,
  es abajo.
  Corazón de ajo, un poco de sal...
  Guda y hojas de laurel...
  Alejad el mal para poder estar bien…”

Rasha observaba a su madre y de vez en cuando miraba a Levar de soslayo. Un lo siento se escribía en sus ojos pese a que sentía en su interior que no había cometido ningún crimen. Había sido una estupidez dejarse llevar justamente con la princesa Bipolar. Su entorno se lo recriminaría y parte del universo Alfa reprobaría su insensatez.
Aún así volvería a repetirlo.
La madre Reina terminó con el ritual dedicado a los luchadores y en especial para la niña terrestre. Las princesas trajeron recopilados un montón de cacitos de madera que fueron entregando poco a poco a la reina Madre. Ella los llenaba con el brebaje de la olla y otra princesa iba repartiendo a los visitantes. Era imprescindible que llegara a la mujer bipolar.
Cogió el cacito, estaba asqueroso. Tenía un sabor realmente amargo, parecido al té pero con un dejo a alcachofa cruda. Blod vio que la muchacha no se atrevía a seguir bebiendo asi que le hizo un gesto para que se lo terminara. No era buena idea que las princesas se percataran de que no había rematado el mejunje.
Cuando terminaron, la reina Madre comenzó a mover otra olla con intensidad. Las princesas añadieron al agua la hierba sagrada y la reina siguió removiendo. Este ritual duraría un poco más así que lo realizó sentada. Mientras vigilaba la cocción, los leones esperaban con impaciencia poder fumarla, era un símbolo de fraternidad para con el resto de visitantes y un goce consagrado para ellos mismos.
Mientras tanto, los ancianos de la aldea, sentados frente a la gran olla, veneraban la planta realizando intrincados sonidos con la boca.
Gran parte de los videntes silenciaban su voz en un gesto de respeto hacia los leones Negros.
Algunas jóvenes princesas mezclaban sus bailes reposados conduciéndolos con unos cánticos sagrados donde recitaban intrincados versos que iban acompañados de unos sonidos vibratorios relajantes.
El uso de la ganjha era espaciado. Cualquiera de ellos sabía que su abuso cerraba todas las puertas que con anterioridad la propia hierba había ayudado a abrir.  Por eso la celebración les servía como una excusa perfecta para volver a deleitarse con sus sabores.
Mientras los ancianos y los jóvenes bailaban, la reina hacía una pasta con la hierba e iba retirando poco a poco el agua de la olla.
Después de un rato, cuando todos miraban concentrados la cacerola, la señora de los rituales solicitó ayuda a una de las mujeres. Ésta le acercó unos cuencos de barro negro esta vez y los puso al lado de la cacerola encima de una pequeña mesa auxiliar. Fue dándole a la reina uno a uno los cuencos y ésta fue rellenándolos. Cuando iba manejando la pasta verde la introducía en el cuenco y añadía un poco del agua sobrante.
Esta misma mujer, con su figura preciosa y esbelta, y un chico joven de tez morena, fueron repartiendo los cuencos entre los allí presentes.
Los niños, aunque revoloteaban a espaldas de los mayores, mantenían cierto silencio interiorizado por las leyes de su cultura con la intención de que no les mandaran a dormir. Pero las princesas mas jóvenes comenzaron a llevárselos a la cama.
Cualquier habitante de la aldea sabía del acto sagrado de la hierba así que, cuando algunos leones ancianos comenzaron a beber, el resto los imitaron sorbiendo con devoción el cuenco; dando pequeños tragos reverenciales. 
Ningún adulto tenía tatuajes, ni joyas ni, abalorios. Tan solo llevaban un medallón que Levar ya había visto con anterioridad; un medallón con el símbolo de un león que portaba una bandera de color amarillo, rojo, verde y negro.
Levar esperó su turno por inercia, pero sabía que no podía ni tan siquiera oler la hierba de los leones. Su mente creaba por sí misma insólitas desavenencias. Era arriesgado sumarle drogas ya que podrían ser una caja de bombas para su cerebro.
Sin embargo, la situación estaba creando en ella un nudo en el estomago que deseaba desatar gritando. En ocasiones la situación le inspiraba expandirse y ella se cerraba. Había vivido tantas veces esa sensación… Una euforia para ella no podía ser comedida, así que cerraba sus gestos de expresión y el resultado era aun peor.
Necesitaba hablar con Rasha con todas sus fuerzas. Le buscaba. Buscaba sus ojos y éste escondía sus emociones debajo de un cáliz serio y apesadumbrado.
Se le antojó una situación caricaturesca y por fin se animó a hablar con Jacky.
-¿Podemos hablar? -le dijo silenciando la entonación de sus palabras.
-¿Ahora? -contestó este ofuscado.
-¿Y cuándo, entonces?
-No es buen momento, Levar. Faltaremos al respeto a estas gentes.
-Estoy hablando muy flojito -dijo contando las palabras.
-A veces creo simplemente que eres una caprichosa… -le confesó algo irritado.
-Las lunas… ¿Por qué hay lunas?
-¿Donde? -dijo algo más enojado.
-En todas las espirales -resolvió Levar.
-¡Ay, madre! ¡No tienes fin! ¿Eh? -contestó algo mas apaciguado.
Entonces se le acercó al oído y le explicó.
-Cada espiral es una dimensión distinta. Todas gozan de luna, sol y estrellas, un propio Universo para cada estrella del Universo Alfa…
-¿Y quién creó los farms? -le preguntó insistiendo empecinada en su propia curiosidad.
-Eres increíble-. Se echó la mano a la cabeza e seguidamente increpó:
-Pregúntale a una reina, yo solo soy un Keburi.
Aunque Levar no había empezado a probar el brebaje como casi todos se sintió embrujada por la situación.
Divagó acerca de las espirales y su destino. Si todas eran dimensiones distintas y, sin embargo, podías desplazarte de un a otra con las bolas, ¿por qué no habían sido aún invadidos por el Faraón?
Por otro lado los leones estaban cargados de símbolos y ceremonias. Ella huía de los formalismos. Pero no conocía el espíritu intrínseco de aquellas gentes. Quizá tendría que conocerlos mejor. O tal vez era a Rasha a quien quería conocer mejor.
Alguien a quien amar…



A medida que iban notando los efectos de la ganjha, comenzaron  a levantarse.
Unos leones fornidos acompañados de unas princesas tocaban unos timbales coloridos. Los instrumentos estaban formados por unas calderas de un fruto desconocido para levar (similar a la cubierta de la sandía) y tapados por una membrana procedente de la piel de algún animal.
Hicieron un círculo en el que varias princesas, algunas de tez blanca otras de tez negra, bailaban frenéticamente moviendo caderas y brazos.
La reina se sentó frente a ellos palmeando con la colaboración del resto que la acompañaban y daban saltos a la vez.  La batucada había creado una vibración especial entre los allí presentes.
Rasha, no obstante, se había situado junto a una de sus hermanas y no tenía  ninguna intención de moverse. Mantenía un semblante serio, rígido y algo confundido. 
Levar, ajena al león, se levantó invadida por el ritmo de la batucada.
Se acercó a Jacky y a Tania, que estaba acompañada de un hijo de la Liberación algo bajito y muy fornido.  Los tres bailaban sin parar e invitaron a la terrestre a acompañarles. Ella cogió las manos del Keburi y se unió al grupo que la miraba con regocijo.
 En una de las oleadas de baile y furor, la muchacha bipolar fijó su mirada en Rasha y luego miró a Jacky con complicidad, esperando un gesto de aprobación. Éste asintió con la mirada y Levar se acercó al león.
-¿Puedes bailar? -le dijo ofreciéndole las manos.
-Bueno… no estaría bien. Después de lo sucedido, lo mejor sería respetar a la reina y, sobre todo…,  respetarte a ti -contestó apenas sin parpadear.
-Gracias por tu respeto. Yo solo quería decirte que siento haber hecho algo que al parece es negativo para los dos. Quiero que sepas que yo siento que no he hecho nada malo. Verdaderamente pienso que no puedes tratarme siempre como si fuera una rehén y tampoco como si fuera una niña.
-Se te trata como lo que eres. Una princesa.
-Yo no tengo ese título.
-Si lo tienes, pequeña. Te lo estás ganando a pulso -dijo convencido.
Rasha no lo esperaba pero la chica le abrazó de repente y justo al hacerlo se dio cuenta de que detrás de ella estaba Blod.
-¡Blod! ¡Estás ahí! –exclamó algo cohibida separándose del león.
-Si, hasta el momento en el que elijas  otro camino para ti -insinuó.
En ese preciso instante, Levar cogió la mano de Rasha fuertemente y dijo, dirigiéndose a Blod:
-Este es un hombre honesto. No podéis protegerme de él.
-De él no, Levar. Pero si no sabemos donde estás es lógico que estemos preocupados.
-Mañana debemos ensayar para la lucha -dijo Blod mirando seriamente a Rasha.
-Deberíamos irnos a dormir ya.
-Yo desearía antes poder hablar con Rasha.
-¿Es posible, perro guardián?- le preguntó no sin cierto retintín.
-Claro, tranquilos -contestó expresando con su actitud que no iba a moverse de allí.
Ambos se sentaron junto al árbol más próximo teniendo que sortear a varias bailarinas. Blod se sintió algo ofendido pero comprendió que debía ser así. Entonces les siguió hasta mantenerse en una distancia que para el era prudencial, a tres metros…
Ellos se cogieron las manos junto al baobab y permanecieron callados durante un buen rato.
Mientras tanto, la noche iba avanzando. Blod estaba algo cansado pero resistió hasta que decidieran levantarse. Un rato después se recostó en el suelo harto de esperar. El sonido de los tambores cada vez se oía más lejano. 
Siguieron allí, sintiéndose prófugos, con su único cómplice, el perro del Oeste.
Por fin la celebración cesó. Ya era tarde.
Jacky, que no había parado de bailar en toda la batucada, estaba extenuado.
El can acabó quedándose dormido, anque Rasha y Levar permanecían en el mismo lugar.
-Bueno chicos, sé que así estáis muy relajados pero Levar debería estar durmiendo ya.
Jacky decía esto y al mismo tiempo intentaba despertar al perro del Oeste dándole pequeñas pataditas en las patas.
-Cierto -renunció Rasha y ayudó a Levar a levantarse con las dos manos.
-Bueno… nos vamos… -musitó la muchacha mientras besaba al león con la mirada.
Ambos se habían llegado al corazón pero el corazón también necesitaba dormir…






Era de día. Los leones de Sión entrenaban con sus espadas. Rasha trataba de averiguar cuántos alfarianos se habían añadido a la expedición. Lo interesante no solo era agrupar los máximos posibles sino que debía plantearse como organizarlos y sobre todo disponer de los suministros necesarios para poder alimentarlos.
Mientras tanto la reina y las princesas preparaban algo para desayunar. Las estrategias de la reina solían adelantarse a las de su hijo.
Jacky, que aún andaba en la tienda provisional, olisqueaba la comida tratando de adivinar lo que se estaba cocinando.
Los visitantes se organizaban para salir en grupos. No podían invadir todo el poblado deambulando por doquier sin control alguno.
Primero salieron los Ecoditas y los hijos de Acuario.
Blod y Tania habían estado ayudando a los hijos de Acuario a organizar a los clanes para que todo resultara más fácil. Ellos eran numerosos y contaban con una potencia energética envidiable. Tania siempre se había sentido especialmente orgullosa de su linaje.
Después del primer grupo salieron los hijos de la espiral Naciente y el grupo de Levar.
Al parecer, resultó el grupo más numeroso a pesar de las sospechas pues a ellos se les unían algunos Keburis, los hijos de la Liberación y las dos reinas; Artemisa y Sofía. Este plan provocó que los hijos de Acuario decidieran un plan provisional; que se presentarn los últimos.
La mañana transcurrió dentro de un orden aceptable.
Después del desayuno la tienda provisional volvió a rebosar.



Rasha había estado hablando con uno de los ancianos mas respetados. Ragg, que era así como le llamaban sus más allegados, solía acompañar a Rasha en sus negociaciones con otros clanes. Era un hombre venerado, de alto rango, aunque no tomaba decisiones en la batalla, sino en el consejo. Los clanes le llamaban el Ariel Negro. Era un hombre sencillo, austero en su forma de vida y su modo de expresarse pero pródigo a la hora de dar consejos y ofrecer su sabiduría. Vestía una simple túnica marrón harapienta que solo se quitaba en sus largos baños nocturnos en la selva, en el agua de las cascadas. Llevaba en su cabeza el peso de unas grandes rastas morenas algo enmarañadas entre sí y sueltas hasta más abajo de la cintura y se apoyaba sobre un gastado cayado de madera de color roble de altura de un metro y treinata centímetros. En él habían marcadas numerosas estrías que formaban el dibujo curioso de una serpiente abriéndose paso en unas aguas.
Probablemente hablaría con los padres de los distintos clanes para que dejaran a sus hijos sumarse a la gran aventura. Era casi seguro que la gran mayoría se negarían a llevar a sus hijos a lo que reconocerían más tarde como una muerte segura. Eran demasiado jóvenes para cambiar de encrucijada. Pero el viejo Ragg, que intuía con sinceridad una victoria asegurada, iba con la intención de trasmitir a aquellos hombres la firme convicción de que sus muchachos debían defender con uñas y dientes tanto su espiral como  cualquier otra espiral que estuviera en peligro.
Ragg partió de inmediato y dos horas más tarde se encontraba debatiendo la situación.
En contraposición a sus propios padres, que salvaguardaban muchas distancias, muchos jóvenes consideraron ésta una buena ocasión para luchar por Sión. Los más adultos accedieron y quisieron acompañar a sus hijos; a fin de cuentas  lucharían por una causa incuestionable.
Los leones de Judá se encargaría de trasladarse clan por clan reclutando a cuantos hombres fueran posibles.
Posiblemente Rasha ya les había mandado el aviso para que rastrearan los pasos de Ariel Negro que se encontraría de hecho realizando las tareas diplomáticas pertinentes.

En la aldea Levar hablaba con Corín. Era una de las hermanas de Rasha. La joven era una chica preciosa de tez morena, dientes blancos y ojos negros como el azabache. No era demasiado alta, apenas diez centímetros más que Levar. 
Su pelo encaracolado sobresalía tímido por debajo de la tela blanca que tapaba el resto de su cabellera y su sonrisa de cascabel llenaba toda la casa.
Levar le preguntó sobre su familia y la forma de vida de los leones. Se sentía incómoda porque tenía un serio dilema con el hecho de ver a los leones como unos hombres machistas. Su prioridad era respetar la aldea, respetar su cultura, así como tratar de entender sus costumbres y sus más hondas aspiraciones. Pero aborrecía sus estrategias bélicas, su necesidad continua de combatir, su incapacidad para no trasmitir las mismas emociones que las princesas si eran capaces de expresar con naturalidad.

Corín, algo atolondrada siguió mostrándole detalles de sus costumbres.
Le contó que cada familia tenía tanto hijos como deseaban, que las reinas guardaban secretos de rituales que traspasaban a otras futuras reinas y que los hijos eran cuidados por todas las mujeres de la aldea en completa comunión.

Aunque la princesa reía y Levar con ella, se dio cuenta que tampoco podría encajar en aquel lugar.  Su lema consitía en "vivir y dejar vivir", así que entre los leones se sentiría obligada a ser alguien que no era.
Rasha era un hombre que albergaba todo lo que una mujer podía esperar, pero pertenecía a un lugar donde ella no podría ser ella misma.
La eterna insaciabilidad de necesitar sentirse identificada le perseguía los talones.
El tiempo, incluso las experiencias en el universo Alfa, le hacían sentirse especial y, después de tan solo una semana, se había sentido realmente protegida y respetada. ¿En este momento que podía desear?
¿Tal vez trasladarse con Rasha a alguna parte del Universo Alfa y empezar desde cero?
¿O quizá Jacky, Blod, Tania y el desahuciado eran los únicos compañeros en quien podía confiar?
En ocasiones recordaba lo que su abuelo le había dicho: -confía en los leones-.
La cuestión era que si en algún momento su tío y su abuelo habían encontrado un lugar en el universo Alfa ¿por qué ella no podía encontrarlo?
La duda permanecía en vilo, sobre todo expectante al desenlace de todo este conflicto que ponía en entredicho la existencia de las propias espirales.
En cualquier caso no quería que su vida estuviera sometida al escrutinio de personas que quisieran tomar decisiones por ella.
Quería sentirse libre y plena. Al menos no permanentemente, pero si satisfecha con sus decisiones.
Sentía que estaba viviendo en exclusividad una aventura que había sido providenciada por su propio cielo personal.
Había olvidado los milagros de la vida y por primera vez en mucho tiempo volvía a tocar las estrellas con los dedos.


A pesar de sentirse algo eufórica y dormir bien,  era capaz de asimilar con normalidad todo cuando la princesa Corín le contaba con devoción.
La vida de la preciosa princesa había consistido en dedicarse plenamente a los demás desde muy pequeña. Realizaba labores del hogar, labores en la cocina y se ocupaba del cuidado de los niños.
-Toda mi vida ha sido muy tranquila y pacífica, pero siempre he deseado vivir una encrucijada tan intensa como la tuya -le dijo.
Levar se quedó atónita. Había pasado un tiempo indefinido sin sentir una emoción, aislada del mundo, encerrada en su propia prisión de emociones. No podía entender cómo podía ser envidiada por una chica tan despierta que vivía en un clan que la quería y la protegía; una existencia sin ningún altibajo emocional.
Ella siempre se había sentido desprotegida, enredada en los caprichos de su humor. ¿Cuan estúpido sería pensar que una vida complicada y difícil podía convertirse en una existencia excitante?
¿Qué había que suponer para plantearse que lo sencillo iba parejo con lo satisfactorio?
Era incapaz de fingir frente a Corín.
Decidió confesárselo.


-No siempre estuve así, Corín. Vengo de una espiral donde la gente ni tan siquiera se mira a los ojos.
La joven no podía dar crédito. Si eso era así, su espiral bien podía ser la espiral del Faraón o de los mutantes azules. Todos en el universo Alfa sabían que los mutantes azules estaban alienados y vivían apartados de la sana emoción de amarse y corresponderse.
-En mi mundo la gente vive como pequeños nómadas. Nadie hace nada por el resto. Y muchas personas viven discriminadas por sus ideas, su sexo, su condición social y un sin fin  de condiciones. Ser bipolar bien puede convertirse en una maldición. Pero el verdadero problema no lo tiene el que piensa que tiene una enfermedad grave sino el que el que no la tiene y piensa que puede contagiarse...
Después de una pausa la princesa miró a los ojos tiernamente a la mujer bipolar:
-Aquí somos muchos clanes -contestó inocentemente. 
-Todos nos respetamos y nos ayudamos unos a otros por muy distintos que seamos. No entiendo… quizá el Faraón tenga algo que ver…
Levar, de forma instintiva, sintió que se adentraba en las dudas de la muchacha y le explicó:
-La maldad cada día nos invade más. Entiendo que no comprendas nada de lo que ocurre en mi espiral. Es un lugar insólito, pero en ocasiones el amor prevalece -explicó no muy convencida.
-Quizá no me corresponde a mi hablar de la Tierra. No soy el mejor ejemplo de la cara mas positiva de mi mundo. En ocasiones he bajado a los mismísimos avernos. Pero ten por seguro una cosa; aunque para mi la vida en la Tierra pueda ser maravillosa, si supiera que sus habitantes son π, no me reconocería como una terrestre.
Corín se quedó algo asombrada. Miró a Levar completamente desconcertada. 
Presintió que aquella mujer extraña que hablaba de la energía como si fuera una enfermedad estaba siendo sincera. No cabía duda de que era un ser que trasmitía fuerza.
La mujer bipolar trato de desviar la conversación y rozó uno de los rizos de la princesa con suavidad. Después le pregunto con dulzura si podía enseñarle a ponerse el turbante como ella.
La chica sin dudar un segundo se quitó el pañuelo.
Corín, entre risas, le mostraba cómo se lo solía poner. Admitió algo sonrojada que utilizaba una técnica distinto al de las reinas. Era su pequeña forma de revelarse, su pequeño mundo de secretos y juegos.
Se quedaron hablando en completa armonía. Habían sellado un pacto tácito de complicidad. 







En la aldea de los leones Negros aguardaban con paciencia la visita del clan de Judá
Rasha, aunque algo ausente, se encargó de recogerlos con el farm. Traían nuevos reclutas.
En la aldea todos los visitantes se socializaban con los leones, se estaban familiarizando con sus costumbres.
Jacky andaba encantado con los niños enseñándoles a hacer malabares y piruetas estrambóticas.
Tania aprendía con las mujeres a hacer una especie de tortas que se usaban para acompañar las comidas. El trigo era basto y borde pero bien triturado se mezclaba con otros alimentos integrales y hacía el avío para hacer pan y tostadas.
Mientras la hija de Acuario amasaba la harina extasiada los visitantes llegaban a lo lejos.
Blod, Tso, Levar y Corín estaban tratando de encender varias hogueras, de las cuales algunas se destinarían para cocinar alimentos. 
En concreto algunas se utilizarían para abrasar carnes, otras para hacer sopa y verduras y una brasa en especial serviría para hacer la pasta de ganja en conmemoración a los nuevos invitados.
Algunos leones acompañados de los hijos de Acuario cantaban y tocaban con los timbales hasta que vieron a los leones visitantes y cesaron en su empeño.
Los nuevos reclutas comenzaron a saludar de forma informal.  Por fin habían llegado.
Levar abrió los ojos y su corazón sintió un burbujeo especial. El león estaba llegando. Su cuerpo levitó levemente pero pasó inadvertida porque poco a poco controlaba sus emociones.
Cuando Rasha llegó  a la puerta de su casa hizo las presentaciones pertinentes entre su familia, los ancianos de la aldea y los leones de Judá.
Los reclutas podían esperar pero el líder de Judá poseía un rango superior.
Se llamaba Joa. Era un hombre fornido, alto y moreno tanto de piel como de ojos y cabello. No tenía el pelo recogido, pero sí muy erizado y algo mas largo y rebelde por la parte de la nuca.
Rasha, después de hacer las oportunas presentaciones, se acercó a su madre y le presentó a su compañero:
-Reina Madre, aquí te presento a Joa, el león de Judá. Protege y vela por su clan y lucha contra Babylon con todo su corazón.
La reina agachó la cabeza a modo de respeto y habló:
-Bienvenido al clan de los leones Negros. Esperábamos vuestra presencia con fuego y calor en nuestros corazones.
Entonces ambos entrelazaron sus manos uniendo la derecha con la derecha y la izquierda con su respectiva. Era necesario, de este modo los dos clanes estarían simbólicamente unidos.  
Joa alzó su cabeza. Era orgulloso y presuntuoso. La reina observó este gesto pero respetó su audiencia. Levar, que estaba junto a Blod y la princesa Corín, trató de esconderse. No quería presentaciones ni buenas caras. Pero no pudo evitarlo cuando Rasha le pidió encarecidamente que se acercara.
Joa tampoco estaba por la labor de conocer a la humana, pero no tenía escapatoria.
-Soy Joa, de los leones de Judá. Me presento rindiendo pleitesía -dijo con una mirada llena de furia hacia la terrestre.
-Yo soy Levar -dijo agachando la cabeza.
Y de inmediato añadió desafiante:
-Y no quiero presentarme en absoluto frente a una persona que me mira por encima del hombro.
-¡Eres una insolente! -contestó enfurecido el hombre -Y tú eres la princesa bipolar… ¡Ja! –añadió haciendo una burla altanera.
Levar estaba sorprendida, nadie salía a su favor. Pero decidió que Joa era el motivo suficiente que necesitaba para demostrar que podía controlar sus emociones.
Fue suspicaz y decidió armonizar las cosas.
-Perdóname, Joa de los leones de Judá. Solamente ignoraba su cargo y su presencia. Espero que pronto todo esté de su agrado.
"Porque yo ni lo estaré ni quiero estarlo"- pensó.
Todos los allí presentes se quedaron estupefactos. Se produjo un silencio conmovedor.
Entonces, la reina trató de suavizar alguna arista.
-Amigos visitantes, hemos preparado un banquete que espero sea de vuestro agrado. Después iniciaremos el ritual de la ganja. Espero que os sintáis cómodos en la aldea de los leones Negros.
Entonces todos se dispersaron para coger un sitio en los comederos y los leones de Judá se acomodaron frente a las fogatas.


Rasha buscó la mirada de la mujer bipolar. Esta le correspondió con severidad. El brillo inicial que mantenía en sus ojos por él ahora estaba cegado por la rabia que sentía hacia el león Joa.
Realmente, en su fuero interno, necesitaba hablarlo con él pero no era el momento adecuado.
Ayudó a las princesas en las tareas del hogar y la cocina. Le encantaba oler nuevos condimentos y cortar verduras. Prefería hacer cosas cotidianas. Estaba harta de oír que tenía que controlar sus emociones o sacar a la luz cualidades extraordinarias.
Rasha, al verla ayudar en la cocina, se acercó a ella con la intención de raptarla y llevarla a una habitación donde pudieran tener intimidad.
La reina Madre estaba al lado de Levar, así que Rasha le pidió permiso para poder hablar con ella a solas. Se lo concedió no sin cierta ternura añadida.
-Quiero pedirte perdón por no haber intervenido antes.
-Tranquilo, debía ser así -dijo con cierta solemnidad.
-Tenía que haber intervenido y, sin embargo, me he limitado a mirarte como un idiota.
-Cuando me presentaste a Joa, desde luego que pareciste un idiota -contestó irónicamente.
-Es un gran luchador. Le necesitamos -aseveró.
-Es un prepotente. Se cree superior a los demás -confesó lo que pensaba.
-Es inofensivo, vamos Levar.
-Me faltó al respeto­ ­-dijo casi sin dejar de hablar.
-Si quieres luchar sola tendrás que aprender a hacerlo siempre, ¿no crees? -intercaló inteligentemente Rasha.
-Él no confía en mí, Rasha… -le dijo esta vez en un tono infantil.
-No te preocupes, pequeña. Tú eres distinta. Debería resultarte más sencillo mantener la armonía. Solo es un luchador más -le susurró rozando su mejilla con los dedos.
-No aguanto a los que se creen superiores a las mujeres, y menos, a los que no hacen nada porque eso no suceda…
Hubo una pausa y Rasha con una hábil maniobra manifestó:
-Pues entonces habla con él. Yo tengo que ser respetuoso. Vive con una de mis hermanas. Además, aquí estamos acostumbrados a que el hombre demuestre su fuerza y su posición.
-Y qué te hace pensar que yo tengo menos posición -dijo esta vez malhumorada.
-Él lo cree, eres mujer... Además vales tu peso en oro.
-Entonces es envidia… ya veo ya -resolvió decididamente.
Cuando el león intentó acercarse a ella, la terrestre giró todo su cuerpo.
-Creo que tengo que irme -musitó mientras daba unos pasos cortos.
-Tengo que ayudar en la cocina. !Soy mujer!
-!Espera! -exclamó él antes de que se fuera.
-Levar… yo… yo… quiero…
No logró terminar la frase cuando la mujer bipolar ya estaba saliendo por la puerta.



La noche iba a ser larga y al día siguiente llegaría la visita de la reina, los chamanes y las princesas.
Sofía y Artemisa habían estado hablando en una audiencia privada con la reina Madre. Preferían mantenerse al margen, en la tranquilidad de la tienda. Hasta que no vinieran el resto de reinas y chamanes era lo mas prudente.
La aldea se llenó de calor y risas. Ambos clanes tenían mucho de qué hablar. Las princesas revoloteaban por toda la aldea ayudando a las reinas, que ya empezaban a servir la comida. Además de la reina Madre, todas las mujeres adultas con varios hijos a su cargo también eran reinas pero las grandes decisiones corresondían a la madre de Rasha.
Levar se ofreció a ayudar con la compañía de  Tso que le brindaba siempre un apoyo incondicional. No se había separado ni un instante de la princesa bipolar, siempre que ella lo hubiera dispuesto así.
Jacky, que seguía ensimismado con los niños, tan pronto como vio a las reinas servir la comida, los cogió a todos y los puso en fila junto a la mesa de las verduras.
Blod descansaba junto al fuego. Sabía que si comenzaba podría comerse su peso en carne pero debía permanecer liviano y ágil en sus movimientos. 
Tania se sumó al grupo que ayudaba junto a Levar.
Los hijos de Acuario salían poco a poco de la tienda provisional junto con los hijos de la espiral del sol Naciente, que estaban algo intimidados entre leones. Los Ecoditas, que evitaban enfrentamientos de cualquier tipo, salieron los últimos.
Era un día especial y la reina lo dispuso todo para que todos los visitantes pudieran unirse al festín. Ya no podrían sentir que estaban invadiendo su espacio pues ese espacio se había creado para ellos.
Tania, mientras movía cuencos de un lado a otro, trataba de hablar con Levar.
-En la tienda provisional están confinados, Levar. Los Ecoditas no se relacionan con nadie. A penas tenemos comunicación con ellos. Y entre los hijos de Acuario hay alguno que no se encuentra bien físicamente.
-¿En serio? No sabía nada -exclamó algo sorprendida-. ¿Y los hijos de la espiral Naciente como están?
-Algunos están fatal. No están acostumbrados a tanto calor.
-No sé. Espero que no haya bajas. De todos modos, pronto llegarán las reinas y los chamanes.
-¿Crees que será suficiente?
-No sé, Tania. Sobre el calor se me ocurre alguna idea pero es algo descabellada para ponerla en práctica.





Mientras todos comían, Tania y Levar buscaban algo, lo más parecido a un bidón que pudieran llenar de agua. Encontraron, gracias a Corín,una tela impermeable la cual agujerearon con un cuchillo haciéndole múltiples agujeros. Ahora buscaban un modo para poder tirarle agua a la lona desde lo alto de la tienda provisional. Encontraron unas canaletas de agua que pudieron armarlas en lo alto de algunos árboles, estaban hechas de ramas de árboles y servían a la perfección para la causa.
Llegados a este punto, se planteaban quién subiría a lo alto de las lonas para tirar el agua. Primero tendrían que hayar la forma de llenar los dos bidones que finalmente consiguieron.  Pesaban muy poco pues estaban hechos de una pasta dura, parecida al plástico y mucho mas ligera. Levar imaginó que sería algún material que habían intercambiado con los mutantes.
Ahora necesitarían la colaboración de algunos voluntarios que fuesen ágiles. Pensaron en los hijos de la espiral Naciente. Dieron gracias que cuatro de ellos quisieron cooperar.
Extendieron la tela estratégicamente  cubiendo la tienda provisional en dos partes. Los bidones estaban bloqueados con unas maderas para que el agua no saliera. Se encontraban dispuestos en las ranas de los árboles junto a varias canaletas situadas en varias posiciones.
Después de la tarea en grupo volvieron con el resto para comer.



Cuando llegaron, todos estaban celebrando ya la llegada de los leones de Judá. A pesar de existir numerosos clanes, ellos eran los más venerados después de los leones Negros. Su fuerza y valentía eran incomparables.
Blod, que había estado observando a Levar y a la hija de Acuario, les advirtió de que todo el mundo esperaba a que se sentaran.
Justo después del banquete vendría el ritual de la ganja pero no iban a empezar sin ellas.
Cuando comieron se iniciaron los rituales, y el ambiente, lejos de enrarecerse, se distendió. Algunos leones comenzaron a reírse y a hablar de la lucha sin parar. Otros, que habían probado más de la hierba, estaban sentados, charlando distendidos y disfrutando del ambiente.
Rasha, ahora que uno de los leones con más poder había llegado, perdió parte de su carisma. Antes solía ser cercano. Ahora mantenía gestos de severidad y su carácter era algo más distante y seco. Era un papel que él se había autoimpuesto, un papel que creía estar en la obligación de llevar. 
Él y Levar apenas se habían mirado en todo el banquete, ni siquiera de refilón.  Durante el ritual la terrestre evitó encontrarse con su mirada y el estaba agotado, sumido en un mar de dudas.
Meditó sobre lo ocurrido. Estaba enfurecida pero pensó que no tenía sentido exigir que el tal Joa la respetara. Era absurdo querer hacerse un hueco entre aquellas gentes.
Mientras todos estaban distraídos y relajados Levar y Tania comenzaron a preparar la sorpresa que habían estado planificando en la tienda. Ellas mismas subieron a los árboles para ensayar desde arriba el tiro del agua.
Comprobaron las dos telas que habían colocado hábilmente con anterioridad y esperaron con total satisfacción a que la tienda se llenara.  
La comida fue suculenta y entre los clanes no hubo ni un solo altercado.
Los primeros en aparecer fueron los Ecoditas. Luego llegaron los hijos de la espiral Naciente. A medida que pasaban las horas, esperaron inquietos a los hijos de Acuario. Eran los únicos que faltaban por llegar.
Estaban impacientándose…

-Tania, ¿Por qué parecen tener conductas tan ancestrales?
-¿Te refieres a los leones?
-Si, claro -confirmó Levar.
-Supongo que es porque mantienen las tradiciones de la reina de Shaba. Hace muchísimos siglos, antes de que ella se aliara con el rey Salomón, su clan veneraban la hierba y adoraban la vida en chozas y selvas.
-Pero ella era una reina, no viviría así…
-Ella no, pero sí sus súbditos… los leones de Sión.
-Era imperialista -musitó Levar. 
-Siempre dicen que los chamanes obran con el bien, o que nosotros o los hijos Nacientes tenemos cualidades extraordinarias que solo poseen algunas reinas.  Pero esa no deja de ser una verdad a medias.  
-Los chamanes pueden convertirse en alquimios- comenzó a enumerar- los leones pueden  mezclarse con los haggeds o los π, solo por interés. Y claro está, las reinas pueden usar su energía en detrimento de los demás, incluso colaborando con el propio faraón.
-Lógico... -murmuró Levar.
Oyeron ruidos desconocidos. 
Trataron de Otear la aldea desde allí arriba pero no conseguían ver las fogatas.
Tania cambió de postura y la chica bipolar la imitó.
-¿Y por qué la hierba? -volvió a preguntar ávida de información.
-Porque abre puertas, niña, abre puertas a quienes las tienen cerradas.
-Entiendo… -contestó Levar algo aturdida.
-¿Estás inquieta? -dijo la hija de Acuario cambiando de tema.
-La verdad es que un poco.
Por un momento la terrestre miró a su compañera fijamente y  pensó en lo inimaginable.
-Él te espera, seguro que lleva toda la tarde buscándote en su corazón.
-Pero yo ya no puedo confiar en él.
-Perdónaselo, regálale parte de tu confianza –Le aconsejó.
Trataba de convencer a Levar con cada una de sus palabras pero no estaba segura de si su discurso era el mas conveniente o si debía callarse sin mas.
-No sé lo que él quiere, pero a mí ya me rompieron una vez el corazón.
-El corazón se puede romper una y mil veces, preciosa.
-Es como caer al vacío -añadió la mujer bipolar- Sabes que tendrás que bajar al abismo… 
-Además… -balbuceó- Yo vengo de otro Universo y no sé cual es mi encrucijada.
-Entonces, no le dejes caer a él solo, porque creo que él ya está cayendo por ti.
-Lo tendré en cuenta, Tania, lo tendré en cuenta -repitió algo distraída ocultando sus temores. 
-Quizá no hayas entendido ni una palabra de lo que te digo la reina Omega. Pero es conveniente que sepas que tu eres una puerta, Levar. Si eres valiosa para el faraón no quiero pensar hasta que punto es peligroso abrir esa puerta. -esta vez estaba decidida a contarle lo que pensaba pero trató de ser prudente y siguió el hilo de la conversación.
-Rasha hará lo que sea para que nadie la abra. Es más, creo que ya está cayendo dentro de ella por tí...
Era un hombre valiente, pero si eso fuera cierto, estaba cometiendo una gran estupidez.

Ambas se miraron y cayaron al unísono.



Blod, que estaba encargado de avisar cuando todos llegaran a la tienda, alzó una pata. 
La charla les había despistado pero al parecer los últimos en llegar ya habian entrado.
De repente, en pocos segundos, el agua cayó por las canaletas hasta llegar a la lona y salió através de los agujeros. Unas pequeñas gotas se dispersaron por toda la tienda y comenzaron a mojar a todos los luchadores.
Algunos alzaron las manos queriendo tocarlas. Otros miraban estupefactos hacia arriba sintiendo que aquello era el presagio de un milagro. Todo el mundo sonreía eufórico. El calor era tal que se les antojó sentir que aquella lluvia era nieve. 
Las dos artífices de lo ocurrido estaban ya abajo, junto a Blod, sonriendo y contemplando los rostros de los allí presentes. 
Las noches tropicales eran insoportables. Por el día solía llover alguna vez; a veces la lluvia duraba tan solo cinco minutos y otras se prolongaba hasta al menos una hora.
Pero en la aldea las lluvias no eran tan habituales y la tienda solía recalentarse hasta parecer un auténtico hinvernadero. 
Sin embargo aquella noche todo cambiaría, sería una noche magníficamente fresca.




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 Isthar Enlanoxe.
Buena encrucijada... 

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