El león y la terrestre salieron
del almacén y un hijo de Acuario, que los vio casualmente, fue corriendo hacia
ellos y les advirtió:
-Os
están buscando por todos los sitios. Jacky supuso que estaríais juntos.
Ambos se miraron cómplices del momento, sabiendo que lo ocurrido
probablemente sería reprobado.
La chica bipolar corrió hacia la tienda provisional junto al resto.
Rasha
desapareció.
-¡Estoy
aquí! -gritó Levar.
-Me
tuviste toda la noche preocupado. No quisimos alertar a los leones para no generar una preocupación innecesaria -exclamó Blod tan serio como pudo.
-Estaba
con Rasha -contestó sonrojada.
-Tenías
que haber avisado -intervino Tania.
-Jacky
aún os estará buscando seguramente -siguió diciendo.
Todos
llegaron a la tienda, unos avisados por otros. Había sido una falsa alarma,
pero el susto estaba asegurado.
En
lo que quedó de día, Levar y Rasha se mantuvieron al margen uno del otro.
Estaban avergonzados por su comportamiento. Realmente se habían dejado llevar
por la situación sin ser conscientes de sus consecuencias.
Los
leones Negros eran honestos y sinceros, pero también muy pasionales. Provenían
de un linaje entre hijas de Lilith, princesas Omega y leones. Ya quedaban pocos
leones auténticos que no estuvieran vinculados con a una estirpe de princesas.
Pese
a su pasión, eran admirados y queridos y sobre todo reconocidos como los seres
más luchadores de todas las espirales.
En
ocasiones Levar se preguntaba por qué algunos leones no podían atravesar solos
algunas pantallas. Al igual que ellos, los hijos de Acuario y los hijos de la Liberación tampoco
gozaban de ciertos privilegios. Si acaso, la fuerza era superior o lo era la
inteligencia. Debatir esto era una estupidez, ya que de todos modos todos
tenían el placer de pasar espirales gracias a los Keburis y, en el fondo, las
virtudes que podían tener unos suplían los defectos de otros y viceversa.
La
reina Omega tenía un mensaje para Rasha. Lo abrió de inmediato.
-Mando
un farm con una comitiva de reinas y chamanes. La guerra está servida. Llegarán
a la espiral de los leones de Sión en breve. Saludos y buena encrucijada.
Las reinas y los chamanes serían necesarios para las posibles bajas por muerte o por herida grave; serían útiles incluso para la misma lucha. Cualquier alma que se ofreciera era bien acogida pero este grupo no necesitaba ninguna autorización especial pues estaban rodeado de un halo de honorabilidad sagrado. Eran capaces de identificar a los alquimios, al menos en su gran mayoría, sanaban heridas intelectuales y corporales y enseñaban a otros a manejar sus energías.
Los
chamanes eran verdaderos gurús para los alfarianos, auténticos maestros en el
arte guiar energías. Por supuesto algunos estaban en niveles superiores a
otros y una mayoría aprendía en la escuela de chamanes, a menudo un solo discípulo guiado por un
solo maestro. Desgraciadamente la historia hizo que algunos
chamanes usaran su energía para objetivos destructivos. De ahí surgieron los alquimios,
seres temidos por tener la facultad de esconder su verdadera identidad.
Sin
embargo, respecto a las virtudes de las reinas, se conocía su sobresaliente y benéfico carácte; muy pocas eran dañinas o manipuladoras.
Quizá eran mas respetadas que los chamanes pero, por razones internas de clan, ellos
se trasladaban por las espirales con más frecuencia y hacían pública su curtida virtualidad.
Algunas trabajaban en grupos reducidos, de dos a seis reinas como mucho. Se decían que guardaban secretos sobre el Universo Alfa. Uno de ellos, se comentaba, tenía relación con de su gran intuición. Eran capaces de adelantarse en el tiempo, intuían sucesos a corta y larga distancia y podían trasladarse de espiral en espiral sin la necesidad de servirse de un Keburi.
Otras leyendas aseguraban que poseían la más alta magia de todo el Universo pero que, conscientes de su poder, utilizaban con discreción sus energías para no poner en peligro ninguna de las espirales.
Solo algunas princesas consagradas podían entrar en algunos círculos del tiempo. Allí se les enseñaba a cristalizar y materializar sus pensamientos en pos de la virtud.
Las afortunadas solían ser aquellas que por sus cualidades se entendía que optarían al título de reinas.Cada una de ellas poseía una virtud y también guardaba consigo un secreto, un secreto que respiraba dentro de ellas como un corazón que solo puede mostrar si luz si es arrancado.
Algunas trabajaban en grupos reducidos, de dos a seis reinas como mucho. Se decían que guardaban secretos sobre el Universo Alfa. Uno de ellos, se comentaba, tenía relación con de su gran intuición. Eran capaces de adelantarse en el tiempo, intuían sucesos a corta y larga distancia y podían trasladarse de espiral en espiral sin la necesidad de servirse de un Keburi.
Otras leyendas aseguraban que poseían la más alta magia de todo el Universo pero que, conscientes de su poder, utilizaban con discreción sus energías para no poner en peligro ninguna de las espirales.
Solo algunas princesas consagradas podían entrar en algunos círculos del tiempo. Allí se les enseñaba a cristalizar y materializar sus pensamientos en pos de la virtud.
Las afortunadas solían ser aquellas que por sus cualidades se entendía que optarían al título de reinas.Cada una de ellas poseía una virtud y también guardaba consigo un secreto, un secreto que respiraba dentro de ellas como un corazón que solo puede mostrar si luz si es arrancado.
Así
que todo estaba atado y bien atado, mientras algunas reinas solitarias luchaban
por la paz en otras espirales, otras creaban alianzas con algunos clanes como los
chamanes, los leones o incluso los hijos de Acuario. Y había unas, las más
poderosas, que permanecían en la espiral de las reinas, entre ellas la reina
Omega; la más influyente de todas.
Mientras las primeras reinas utilizaban solo algunas cualidades, las más poderosas dominaban lo invisible para trasnformarlo en visible, conocían el efecto del espacio-tiempo y el Número de Oro de las espirales y, sobre todo y ante todo, respetaban esa ley que por su necesidad de protección se había convertido en mística; la ley dual-psíquica que conformaba la vida de todos Universos.
.
Mientras las primeras reinas utilizaban solo algunas cualidades, las más poderosas dominaban lo invisible para trasnformarlo en visible, conocían el efecto del espacio-tiempo y el Número de Oro de las espirales y, sobre todo y ante todo, respetaban esa ley que por su necesidad de protección se había convertido en mística; la ley dual-psíquica que conformaba la vida de todos Universos.
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Después
de leer el mensaje salió de su propia casa y buscó a Levar con la mirada.
No
podía permitir que ahora le pasara algo. No podía desdeñar la situación enroscada
que implicaba a las espirales y al mismo tiempo ponía en vilo la vida personal de la hija de la Tierra. Sobre todo debía demostrar a la muchacha que podía contar con su confianza absoluta.
No hacerlo hubiera sido un deshonor no solo hacia la princesa bipolar sino hacia sus propios sentimientos.
que implicaba a las espirales y al mismo tiempo ponía en vilo la vida personal de la hija de la Tierra. Sobre todo debía demostrar a la muchacha que podía contar con su confianza absoluta.
No hacerlo hubiera sido un deshonor no solo hacia la princesa bipolar sino hacia sus propios sentimientos.
Se
acercó a la tienda provisional y esperó unos segundos.
Observó como un hijo de Acuario salía por la apertura principal donde había un par de leones haciendo guardia y fumando ganja. El chico compartía con Tania las mismas franjas paralelas en la cara. Sin embargo, no tenía los laterales rapados sino toda la cabellera
menos una trenza larga que le llegaba casi hasta la cintura.
Le había visto antes y habría jurado que era un tipo afable.
Le había visto antes y habría jurado que era un tipo afable.
Se
acercó a él y le interrogó.
-¿Qué
tal está ella? -dijo con ansiedad-. ¿Está bien?
-Claro,
ahora está durmiendo un poco. Falta le hacía -dijo refunfuñado.
Después miró seriamente a Rasha y pegó un golpe seco en la tela de la tienda. Mas tarde, sin mirarle tan si quiera, se alejó de la entrada.
Después miró seriamente a Rasha y pegó un golpe seco en la tela de la tienda. Mas tarde, sin mirarle tan si quiera, se alejó de la entrada.
Tras lo sucedido, entró
y vio a Jacky haciendo malabares con frutas.
Éste
siguió moviendo las piezas de fruta mientras Rasha le hablaba:
-¿Cómo
está? ¿Duerme bien? -preguntó algo nervioso.
-Claro.
¡Oye, deberías tomar algo para los nervios chico! –exclamó con gracia sin dejar
de mirar las piezas.
-La
cuidarás, ¿verdad? -dijo en disposición de marcharse.
-¿Tú
qué crees que llevo haciendo todo el viaje?
Blod
procuró participar en la charla así que se acercó al león para plantearle su
opinión sobre el asunto antes de que éste se fuera.
-Está
agotada, no te preocupes, ella también sabe cuidarse de sí misma. Además, Jacky
y yo hacemos guardia a su lado.
-En
ningún momento voy a hacerle daño, si eso es lo que alguien ha podido pensar
-manifestó ofuscado.
Al pronunciar la palabra "alguien", miró enrededor, no pretendía acusar injustamente a nadie. En realidad pensaba que tendría que soportar un sentimiento de reproche colectivo
Al pronunciar la palabra "alguien", miró enrededor, no pretendía acusar injustamente a nadie. En realidad pensaba que tendría que soportar un sentimiento de reproche colectivo
-Lo
sé, tranquilo. Solo fue un susto.
-Fue
una irresponsabilidad- admitió avergonzado- Todos podemos tener un fallo-se
excusó.
-Si,
Rasha. Puedo llegar a entenderte pero la cuestión es si tú serías capaz de
darle la protección que estrictamente ella necesita de ti.
El
león entendió de inmediato la sutileza de sus palabras y dio media vuelta.
Se
sentía abatido, como si acabara de sufrir una gran fracaso.
Puso rumbo hacia el consejo, aunque no le faltaban ganas para correr hacia la selva y perderse en ella.
Entró en su casa. Debía hablar con su madre lo antes posible pero exponerle la situación en la que se encontraban, ya que no solo era de vital importancia para el Universo Alfa sino que también lo era para él de la forma más íntima que podía conocer…
Puso rumbo hacia el consejo, aunque no le faltaban ganas para correr hacia la selva y perderse en ella.
Entró en su casa. Debía hablar con su madre lo antes posible pero exponerle la situación en la que se encontraban, ya que no solo era de vital importancia para el Universo Alfa sino que también lo era para él de la forma más íntima que podía conocer…
Todas
las aldeas debían concentrarse y reclutar a luchadores contra Babylon. Pero no
era el momento de preocuparse por ello. El día se marchaba y, con su ida, venía
la noche y sus celebraciones. Todos habían descansado sobradamente.
El león relataba mientras su madre le miraba atónita. Su cara de preocupación iba en aumento. Y cuando le habló sobre Levar entendió…
Trás la conversación con su hijo, la gran madre se reunió con algunas princesas para preparar la ceremonia.
Su
misión era expulsar, con sus rituales, todas las energías negativas que
pudieran haberse hospedado en Levar y hacer lo mismo con los luchadores. Para
ella era esencial que el simbolismo de la materia trascendiera al espíritu.
La madre de los leones Negros era una señora esbelta, tan alta como su hijo. Su piel era de color chocolate cobrizo y su cuerpo era robusto, amable, elegante.
Tenía algo de sobre peso que hacía resaltar sus curvas y, en sus grandes pechos, lucía un talismán con la forma de una estrella de ocho puntas y una espiral en el centro.
Llevaba un gran turbante preñado de una mezcla de colores azules, amarillos y rojos. Era una manera sencilla de distinguir a la reina, de procurar su respeto. Aún así no era necesario ningún tipo de tiara honorífica pues en su rostro se reflejaba el carácter de una mujer firme, inteligente, emprendedora.
Era una señora de unos sesenta años. Las arrugas que marcaban sus ojos, sus labios y su sién pronunciaban sus pómulos marcados. Estos surcos acompañaban a su mirada cálida y serena, que se expresaba bajo unas cejas arqueadas, para confluir por fin en una nariz achatada y amplia. Su nariz, que se acometía en unos labios gruesos y decididos tenía una marca que le atravesaba toda la cara hasta acabar en su cuello en forma de espiral.
Junto con las princesas, la gran mayoría sus hijas, comenzaron a rebuscar por la cocina algunos ingredientes que necesitarían para los rituales.
La madre de los leones Negros era una señora esbelta, tan alta como su hijo. Su piel era de color chocolate cobrizo y su cuerpo era robusto, amable, elegante.
Tenía algo de sobre peso que hacía resaltar sus curvas y, en sus grandes pechos, lucía un talismán con la forma de una estrella de ocho puntas y una espiral en el centro.
Llevaba un gran turbante preñado de una mezcla de colores azules, amarillos y rojos. Era una manera sencilla de distinguir a la reina, de procurar su respeto. Aún así no era necesario ningún tipo de tiara honorífica pues en su rostro se reflejaba el carácter de una mujer firme, inteligente, emprendedora.
Era una señora de unos sesenta años. Las arrugas que marcaban sus ojos, sus labios y su sién pronunciaban sus pómulos marcados. Estos surcos acompañaban a su mirada cálida y serena, que se expresaba bajo unas cejas arqueadas, para confluir por fin en una nariz achatada y amplia. Su nariz, que se acometía en unos labios gruesos y decididos tenía una marca que le atravesaba toda la cara hasta acabar en su cuello en forma de espiral.
Junto con las princesas, la gran mayoría sus hijas, comenzaron a rebuscar por la cocina algunos ingredientes que necesitarían para los rituales.
Levar
volvió a ponerse su traje de princesa guerrera.
La
noche había llegado y los visitantes, llamados por su instinto más básico, se
acercaron a las hogueras que los leones habían preparado inteligentemente junto
a los comederos.
Los
niños danzaban contentos. Sabían que esa noche era especial y podían bregar
hasta altas horas, justo hasta que empezaran el ritual de la ganja.
Ya
todos se habían reunido en las hogueras pero el entusiasmo mantenía a la gran
mayoría en pie. Hablaban eufóricos e intercambiaban historias sobre lo
sucedido deseando convertirlas en leyendas, quién sabe si algún podrían dar lugar a una sabiduría regalada para los futuros niños.
La
reina Madre batía con un gran palo de madera el contenido de una olla de
grandes proporciones.
Comenzó
a recitar un ritual en el que iba expulsando a los malos espíritus y daba la
bienvenida a los buenos. Consagraba el brebaje con preciosas palabras, ayudada
de las princesas que iban añadiendo distintas hierbas a la olla; hojas de Guda,
laurel, sal, cabezas de ajo…
“Lo que es arriba,
es abajo.
Corazón de ajo, un poco de sal...
es abajo.
Corazón de ajo, un poco de sal...
Guda y hojas de laurel...
Alejad el mal para poder estar bien…”
Rasha
observaba a su madre y de vez en cuando miraba a Levar de soslayo. Un lo siento
se escribía en sus ojos pese a que sentía en su interior que no había cometido
ningún crimen. Había sido una estupidez dejarse llevar justamente con la
princesa Bipolar. Su entorno se lo recriminaría y parte del universo Alfa
reprobaría su insensatez.
Aún
así volvería a repetirlo.
La
madre Reina terminó con el ritual dedicado a los luchadores y en especial para la niña
terrestre. Las princesas trajeron recopilados un montón de cacitos de madera
que fueron entregando poco a poco a la reina Madre. Ella los llenaba con el brebaje de la olla y otra princesa iba repartiendo a los visitantes. Era
imprescindible que llegara a la mujer bipolar.
Cogió
el cacito, estaba asqueroso. Tenía un sabor realmente amargo, parecido al té pero con un dejo a alcachofa cruda.
Blod vio que la muchacha no se atrevía a seguir bebiendo asi que le hizo un gesto para que
se lo terminara. No era buena idea que las princesas se percataran de que no había rematado el mejunje.
Cuando
terminaron, la reina Madre comenzó a mover otra olla con intensidad. Las
princesas añadieron al agua la hierba sagrada y la reina siguió removiendo.
Este ritual duraría un poco más así que lo realizó sentada. Mientras vigilaba
la cocción, los leones esperaban con impaciencia poder fumarla, era un símbolo
de fraternidad para con el resto de visitantes y un goce consagrado para ellos mismos.
Mientras
tanto, los ancianos de la aldea, sentados frente a la gran olla, veneraban la planta
realizando intrincados sonidos con la boca.
Gran
parte de los videntes silenciaban su voz en un gesto de respeto hacia los
leones Negros.
Algunas
jóvenes princesas mezclaban sus bailes reposados conduciéndolos con unos
cánticos sagrados donde recitaban intrincados versos que iban acompañados de
unos sonidos vibratorios relajantes.
El
uso de la ganjha era espaciado. Cualquiera de ellos sabía que su abuso cerraba
todas las puertas que con anterioridad la propia hierba había ayudado a
abrir. Por eso la celebración les servía
como una excusa perfecta para volver a deleitarse con sus sabores.
Mientras
los ancianos y los jóvenes bailaban, la reina hacía una pasta con la hierba e
iba retirando poco a poco el agua de la olla.
Después
de un rato, cuando todos miraban concentrados la cacerola, la señora de
los rituales solicitó ayuda a una de las mujeres. Ésta le acercó unos cuencos
de barro negro esta vez y los puso al lado de la cacerola encima de una pequeña
mesa auxiliar. Fue dándole a la reina uno a uno los cuencos y ésta fue
rellenándolos. Cuando iba manejando la pasta verde la introducía en el cuenco y añadía un poco del
agua sobrante.
Esta
misma mujer, con su figura preciosa y esbelta, y un chico joven de tez morena, fueron
repartiendo los cuencos entre los allí presentes.
Los
niños, aunque revoloteaban a espaldas de los mayores, mantenían cierto silencio
interiorizado por las leyes de su cultura con la intención de que no les mandaran a dormir. Pero las princesas mas jóvenes comenzaron a llevárselos a la cama.
Cualquier habitante de la aldea sabía del acto sagrado de la hierba así que, cuando algunos leones ancianos comenzaron a beber, el resto los imitaron sorbiendo con devoción el cuenco; dando pequeños tragos reverenciales.
Cualquier habitante de la aldea sabía del acto sagrado de la hierba así que, cuando algunos leones ancianos comenzaron a beber, el resto los imitaron sorbiendo con devoción el cuenco; dando pequeños tragos reverenciales.
Ningún
adulto tenía tatuajes, ni joyas ni, abalorios. Tan solo llevaban un medallón
que Levar ya había visto con anterioridad; un medallón
con el símbolo de un león que portaba una bandera de color amarillo, rojo,
verde y negro.
Levar
esperó su turno por inercia, pero sabía que no podía ni tan siquiera oler la
hierba de los leones. Su mente creaba por sí misma insólitas desavenencias. Era
arriesgado sumarle drogas ya que podrían ser una caja de bombas para su
cerebro.
Sin
embargo, la situación estaba creando en ella un nudo en el estomago que deseaba
desatar gritando. En ocasiones la situación le inspiraba expandirse y ella se
cerraba. Había vivido tantas veces esa sensación… Una euforia para ella no
podía ser comedida, así que cerraba sus gestos de expresión y el resultado era
aun peor.
Necesitaba
hablar con Rasha con todas sus fuerzas. Le buscaba. Buscaba sus ojos y éste
escondía sus emociones debajo de un cáliz serio y apesadumbrado.
Se
le antojó una situación caricaturesca y por fin se animó a hablar con Jacky.
-¿Podemos
hablar? -le dijo silenciando la entonación de sus palabras.
-¿Ahora?
-contestó este ofuscado.
-¿Y
cuándo, entonces?
-No
es buen momento, Levar. Faltaremos al respeto a estas gentes.
-Estoy
hablando muy flojito -dijo contando las palabras.
-A
veces creo simplemente que eres una caprichosa… -le confesó algo irritado.
-Las
lunas… ¿Por qué hay lunas?
-¿Donde?
-dijo algo más enojado.
-En
todas las espirales -resolvió Levar.
-¡Ay,
madre! ¡No tienes fin! ¿Eh? -contestó algo mas apaciguado.
Entonces
se le acercó al oído y le explicó.
-Cada
espiral es una dimensión distinta. Todas gozan de luna, sol y estrellas, un
propio Universo para cada estrella del Universo Alfa…
-¿Y
quién creó los farms? -le preguntó insistiendo empecinada en su propia
curiosidad.
-Eres
increíble-. Se echó la mano a la cabeza e seguidamente increpó:
-Pregúntale a una reina, yo solo soy un Keburi.
-Pregúntale a una reina, yo solo soy un Keburi.
Aunque
Levar no había empezado a probar el brebaje como casi todos se sintió embrujada
por la situación.
Divagó
acerca de las espirales y su destino. Si todas eran dimensiones distintas y,
sin embargo, podías desplazarte de un a otra con las bolas, ¿por qué no habían
sido aún invadidos por el Faraón?
Por
otro lado los leones estaban cargados de símbolos y ceremonias. Ella huía de
los formalismos. Pero no conocía el espíritu intrínseco de aquellas gentes.
Quizá tendría que conocerlos mejor. O tal vez era a Rasha a quien quería
conocer mejor.
Alguien
a quien amar…
A
medida que iban notando los efectos de la ganjha, comenzaron a levantarse.
Unos
leones fornidos acompañados de unas princesas tocaban unos timbales coloridos.
Los instrumentos estaban formados por unas calderas de un fruto desconocido para levar (similar a la cubierta de la sandía) y tapados por una membrana procedente de la piel de
algún animal.
Hicieron
un círculo en el que varias princesas, algunas de tez blanca otras de tez
negra, bailaban frenéticamente moviendo caderas y brazos.
La
reina se sentó frente a ellos palmeando con la colaboración del resto que la
acompañaban y daban saltos a la vez. La
batucada había creado una vibración especial entre los allí presentes.
Rasha, no obstante, se había situado junto a una de sus hermanas y no tenía ninguna intención de moverse. Mantenía un
semblante serio, rígido y algo confundido.
Levar, ajena al león, se levantó invadida por el ritmo de la batucada.
Levar, ajena al león, se levantó invadida por el ritmo de la batucada.
Se
acercó a Jacky y a Tania, que estaba acompañada de un
hijo de la Liberación algo bajito y muy fornido. Los tres bailaban sin parar e invitaron a la terrestre a acompañarles. Ella cogió las manos del Keburi y se unió al grupo que la miraba con regocijo.
En una de las oleadas de baile y furor, la muchacha bipolar fijó su mirada en Rasha y luego miró a Jacky con complicidad, esperando un gesto de aprobación. Éste asintió con la mirada y Levar se acercó al león.
En una de las oleadas de baile y furor, la muchacha bipolar fijó su mirada en Rasha y luego miró a Jacky con complicidad, esperando un gesto de aprobación. Éste asintió con la mirada y Levar se acercó al león.
-¿Puedes
bailar? -le dijo ofreciéndole las manos.
-Bueno…
no estaría bien. Después de lo sucedido, lo mejor sería respetar a la reina y,
sobre todo…, respetarte a ti -contestó
apenas sin parpadear.
-Gracias
por tu respeto. Yo solo quería decirte que siento haber hecho algo que al parece es negativo para los dos. Quiero que sepas que yo siento que no he hecho nada malo. Verdaderamente pienso que no puedes tratarme siempre como si fuera una rehén y
tampoco como si fuera una niña.
-Se
te trata como lo que eres. Una princesa.
-Yo
no tengo ese título.
-Si
lo tienes, pequeña. Te lo estás ganando a pulso -dijo convencido.
Rasha
no lo esperaba pero la chica le abrazó de repente y justo al hacerlo se dio
cuenta de que detrás de ella estaba Blod.
-¡Blod!
¡Estás ahí! –exclamó algo cohibida separándose del león.
-Si,
hasta el momento en el que elijas otro
camino para ti -insinuó.
En
ese preciso instante, Levar cogió la mano de Rasha fuertemente y dijo,
dirigiéndose a Blod:
-Este
es un hombre honesto. No podéis protegerme de él.
-De
él no, Levar. Pero si no sabemos donde estás es lógico que estemos preocupados.
-Mañana
debemos ensayar para la lucha -dijo Blod mirando seriamente a Rasha.
-Deberíamos irnos a dormir ya.
-Deberíamos irnos a dormir ya.
-Yo
desearía antes poder hablar con Rasha.
-¿Es
posible, perro guardián?- le preguntó no sin cierto retintín.
-Claro,
tranquilos -contestó expresando con su actitud que no iba a moverse de allí.
Ambos
se sentaron junto al árbol más próximo teniendo que sortear a varias
bailarinas. Blod se sintió algo ofendido pero comprendió que debía ser así.
Entonces les siguió hasta mantenerse en una distancia que para el era
prudencial, a tres metros…
Ellos
se cogieron las manos junto al baobab y permanecieron callados durante un buen
rato.
Mientras
tanto, la noche iba avanzando. Blod estaba algo cansado pero resistió hasta que
decidieran levantarse. Un rato después se recostó en el suelo harto de esperar. El
sonido de los tambores cada vez se oía más lejano.
Siguieron allí, sintiéndose prófugos, con su único cómplice, el perro del Oeste.
Siguieron allí, sintiéndose prófugos, con su único cómplice, el perro del Oeste.
Por
fin la celebración cesó. Ya era tarde.
Jacky,
que no había parado de bailar en toda la batucada, estaba extenuado.
El can acabó quedándose dormido, anque Rasha y Levar permanecían en el mismo
lugar.
-Bueno
chicos, sé que así estáis muy relajados pero Levar debería estar durmiendo ya.
Jacky decía esto y al mismo tiempo intentaba despertar al perro del Oeste dándole pequeñas pataditas en
las patas.
-Cierto
-renunció Rasha y ayudó a Levar a levantarse con las dos manos.
-Bueno…
nos vamos… -musitó la muchacha mientras besaba al león con la mirada.
Ambos
se habían llegado al corazón pero el corazón también necesitaba dormir…
Era
de día. Los leones de Sión entrenaban con sus espadas. Rasha trataba de
averiguar cuántos alfarianos se habían añadido a la expedición. Lo interesante
no solo era agrupar los máximos posibles sino que debía plantearse como
organizarlos y sobre todo disponer de los suministros necesarios para poder
alimentarlos.
Mientras tanto la reina y las princesas preparaban algo para desayunar. Las
estrategias de la reina solían adelantarse a las de su hijo.
Jacky,
que aún andaba en la tienda provisional, olisqueaba la comida tratando de
adivinar lo que se estaba cocinando.
Los visitantes se organizaban para salir en grupos. No podían invadir todo el poblado deambulando
por doquier sin control alguno.
Primero
salieron los Ecoditas y los hijos de Acuario.
Blod
y Tania habían estado ayudando a los hijos de Acuario a organizar a los clanes
para que todo resultara más fácil. Ellos eran numerosos y contaban con una
potencia energética envidiable. Tania siempre se había sentido especialmente
orgullosa de su linaje.
Después
del primer grupo salieron los hijos de la espiral Naciente y el grupo de Levar.
Al
parecer, resultó el grupo más numeroso a pesar de las sospechas pues a ellos se
les unían algunos Keburis, los hijos de la Liberación y las dos reinas; Artemisa
y Sofía. Este plan provocó que los hijos de Acuario decidieran un plan
provisional; que se presentarn los últimos.
La
mañana transcurrió dentro de un orden aceptable.
Después
del desayuno la tienda provisional volvió a rebosar.
Rasha
había estado hablando con uno de los ancianos mas respetados. Ragg, que era así
como le llamaban sus más allegados, solía acompañar a Rasha en sus negociaciones con
otros clanes. Era un hombre venerado, de alto rango, aunque no tomaba
decisiones en la batalla, sino en el consejo. Los clanes le llamaban el Ariel Negro.
Era un hombre sencillo, austero en su forma de vida y su modo de expresarse
pero pródigo a la hora de dar consejos y ofrecer su sabiduría. Vestía una
simple túnica marrón harapienta que solo se quitaba en sus largos baños nocturnos
en la selva, en el agua de las cascadas. Llevaba en su cabeza el peso de unas
grandes rastas morenas algo enmarañadas entre sí y sueltas hasta más abajo de la
cintura y se apoyaba sobre un gastado cayado de madera de color roble de altura de un metro y treinata centímetros. En él habían marcadas numerosas estrías que formaban el dibujo curioso de una serpiente abriéndose paso en unas aguas.
Probablemente
hablaría con los padres de los distintos clanes para que dejaran a sus hijos sumarse a
la gran aventura. Era casi seguro que la gran mayoría se negarían a llevar a
sus hijos a lo que reconocerían más tarde como una muerte segura. Eran demasiado jóvenes
para cambiar de encrucijada. Pero el viejo Ragg, que intuía con sinceridad una
victoria asegurada, iba con la intención de trasmitir a aquellos hombres la firme convicción de que
sus muchachos debían defender con uñas y dientes tanto su espiral como cualquier otra espiral que estuviera en
peligro.
Ragg
partió de inmediato y dos horas más tarde se encontraba debatiendo la situación.
En
contraposición a sus propios padres, que salvaguardaban muchas distancias, muchos
jóvenes consideraron ésta una buena ocasión para luchar por Sión. Los más
adultos accedieron y quisieron acompañar a sus hijos; a fin de cuentas lucharían por una causa incuestionable.
Los
leones de Judá se encargaría de trasladarse clan por clan reclutando a cuantos
hombres fueran posibles.
Posiblemente
Rasha ya les había mandado el aviso para que rastrearan los pasos de Ariel
Negro que se encontraría de hecho realizando las tareas diplomáticas
pertinentes.
En
la aldea Levar hablaba con Corín. Era una de las hermanas de Rasha. La joven
era una chica preciosa de tez morena, dientes blancos y ojos negros como el
azabache. No era demasiado alta, apenas diez centímetros más que Levar.
Su pelo encaracolado sobresalía tímido por debajo de la tela blanca que tapaba el resto de su cabellera y su sonrisa de cascabel llenaba toda la casa.
Su pelo encaracolado sobresalía tímido por debajo de la tela blanca que tapaba el resto de su cabellera y su sonrisa de cascabel llenaba toda la casa.
Levar
le preguntó sobre su familia y la forma de vida de los leones. Se sentía
incómoda porque tenía un serio dilema con el hecho de ver a los leones como
unos hombres machistas. Su prioridad era respetar la aldea, respetar su
cultura, así como tratar de entender sus costumbres y sus más hondas aspiraciones. Pero
aborrecía sus estrategias bélicas, su necesidad continua de combatir, su
incapacidad para no trasmitir las mismas emociones que las princesas si eran
capaces de expresar con naturalidad.
Corín,
algo atolondrada siguió mostrándole detalles de sus costumbres.
Le
contó que cada familia tenía tanto hijos como deseaban, que las reinas
guardaban secretos de rituales que traspasaban a otras futuras reinas y que los
hijos eran cuidados por todas las mujeres de la aldea en completa comunión.
Aunque
la princesa reía y Levar con ella, se dio cuenta que tampoco podría encajar en
aquel lugar. Su lema consitía en "vivir y dejar vivir", así que entre los leones se sentiría obligada a ser alguien que no era.
Rasha
era un hombre que albergaba todo lo que una mujer podía esperar, pero
pertenecía a un lugar donde ella no podría ser ella misma.
La
eterna insaciabilidad de necesitar sentirse identificada le perseguía los
talones.
El
tiempo, incluso las experiencias en el universo Alfa, le hacían sentirse
especial y, después de tan solo una semana, se había sentido realmente protegida
y respetada. ¿En este momento que podía desear?
¿Tal
vez trasladarse con Rasha a alguna parte del Universo Alfa y empezar desde
cero?
¿O
quizá Jacky, Blod, Tania y el desahuciado eran los únicos compañeros en quien
podía confiar?
En
ocasiones recordaba lo que su abuelo le había dicho: -confía en los leones-.
La
cuestión era que si en algún momento su tío y su abuelo habían encontrado un
lugar en el universo Alfa ¿por qué ella no podía encontrarlo?
La
duda permanecía en vilo, sobre todo expectante al desenlace de todo este
conflicto que ponía en entredicho la existencia de las propias espirales.
En
cualquier caso no quería que su vida estuviera sometida al escrutinio de
personas que quisieran tomar decisiones por ella.
Quería
sentirse libre y plena. Al menos no permanentemente, pero si satisfecha con sus
decisiones.
Sentía
que estaba viviendo en exclusividad una aventura que había sido providenciada
por su propio cielo personal.
Había
olvidado los milagros de la vida y por primera vez en mucho tiempo volvía a
tocar las estrellas con los dedos.
A pesar de sentirse algo eufórica y dormir bien, era capaz de asimilar con normalidad todo cuando la princesa Corín le contaba con devoción.
La
vida de la preciosa princesa había consistido en dedicarse plenamente a los demás desde
muy pequeña. Realizaba labores del hogar, labores en la cocina y se ocupaba del
cuidado de los niños.
-Toda
mi vida ha sido muy tranquila y pacífica, pero siempre he deseado vivir una
encrucijada tan intensa como la tuya -le dijo.
Levar
se quedó atónita. Había pasado un tiempo indefinido sin sentir una emoción,
aislada del mundo, encerrada en su propia prisión de emociones. No podía
entender cómo podía ser envidiada por una chica tan despierta que vivía en un
clan que la quería y la protegía; una existencia sin ningún altibajo emocional.
Ella
siempre se había sentido desprotegida, enredada en los caprichos de su humor. ¿Cuan estúpido sería pensar que una vida complicada y difícil podía convertirse en una existencia excitante?
¿Qué había que suponer para plantearse que lo sencillo iba parejo con lo satisfactorio?
Era incapaz de fingir frente a Corín.
Decidió confesárselo.
¿Qué había que suponer para plantearse que lo sencillo iba parejo con lo satisfactorio?
Era incapaz de fingir frente a Corín.
Decidió confesárselo.
-No
siempre estuve así, Corín. Vengo de una espiral donde la gente ni tan siquiera
se mira a los ojos.
La
joven no podía dar crédito. Si eso era así, su espiral bien podía ser la
espiral del Faraón o de los mutantes azules. Todos en el universo Alfa sabían
que los mutantes azules estaban alienados y vivían apartados de la sana emoción
de amarse y corresponderse.
-En
mi mundo la gente vive como pequeños nómadas. Nadie hace nada por el resto. Y
muchas personas viven discriminadas por sus ideas, su sexo, su condición social
y un sin fin de condiciones. Ser bipolar bien puede convertirse en una maldición. Pero el verdadero problema no lo tiene el que piensa que tiene una enfermedad grave sino el que el que no la tiene y piensa que puede contagiarse...
Después de una pausa la princesa miró a los ojos tiernamente a la mujer bipolar:
Después de una pausa la princesa miró a los ojos tiernamente a la mujer bipolar:
-Aquí
somos muchos clanes -contestó inocentemente.
-Todos nos respetamos y nos ayudamos unos a otros por muy distintos que seamos. No entiendo… quizá el Faraón tenga algo que ver…
-Todos nos respetamos y nos ayudamos unos a otros por muy distintos que seamos. No entiendo… quizá el Faraón tenga algo que ver…
Levar, de forma instintiva, sintió que se adentraba en las dudas de la muchacha y le explicó:
-La
maldad cada día nos invade más. Entiendo que no comprendas nada de lo que
ocurre en mi espiral. Es un lugar insólito, pero en ocasiones el amor
prevalece -explicó no muy convencida.
-Quizá no me corresponde a mi hablar de la Tierra. No soy el mejor ejemplo de la cara mas positiva de mi mundo. En ocasiones he bajado a los mismísimos avernos. Pero ten por seguro una cosa; aunque para mi la vida en la Tierra pueda ser maravillosa, si supiera que sus habitantes son π, no me reconocería como una terrestre.
Corín se quedó algo asombrada. Miró a Levar completamente desconcertada.
Presintió que aquella mujer extraña que hablaba de la energía como si fuera una enfermedad estaba siendo sincera. No cabía duda de que era un ser que trasmitía fuerza.
-Quizá no me corresponde a mi hablar de la Tierra. No soy el mejor ejemplo de la cara mas positiva de mi mundo. En ocasiones he bajado a los mismísimos avernos. Pero ten por seguro una cosa; aunque para mi la vida en la Tierra pueda ser maravillosa, si supiera que sus habitantes son π, no me reconocería como una terrestre.
Corín se quedó algo asombrada. Miró a Levar completamente desconcertada.
Presintió que aquella mujer extraña que hablaba de la energía como si fuera una enfermedad estaba siendo sincera. No cabía duda de que era un ser que trasmitía fuerza.
La
mujer bipolar trato de desviar la conversación y rozó uno de los rizos de la princesa con suavidad. Después le pregunto con dulzura si podía enseñarle a ponerse el turbante como ella.
La
chica sin dudar un segundo se quitó el pañuelo.
Corín, entre risas, le mostraba cómo se lo solía poner. Admitió algo sonrojada que utilizaba una técnica distinto al de las reinas. Era su pequeña forma de revelarse, su pequeño mundo de secretos y juegos.
Se quedaron hablando en completa armonía. Habían sellado un pacto tácito de complicidad.
Corín, entre risas, le mostraba cómo se lo solía poner. Admitió algo sonrojada que utilizaba una técnica distinto al de las reinas. Era su pequeña forma de revelarse, su pequeño mundo de secretos y juegos.
Se quedaron hablando en completa armonía. Habían sellado un pacto tácito de complicidad.
En
la aldea de los leones Negros aguardaban con paciencia la visita del clan
de Judá
Rasha,
aunque algo ausente, se encargó de recogerlos con el farm. Traían nuevos reclutas.
En
la aldea todos los visitantes se socializaban con los leones, se estaban familiarizando con sus costumbres.
Jacky
andaba encantado con los niños enseñándoles a hacer malabares y piruetas
estrambóticas.
Tania
aprendía con las mujeres a hacer una especie de tortas que se usaban para
acompañar las comidas. El trigo era basto y borde pero bien triturado se mezclaba con otros alimentos integrales y hacía el avío para hacer pan y tostadas.
Mientras la hija de Acuario amasaba la harina extasiada los visitantes llegaban a lo lejos.
Mientras la hija de Acuario amasaba la harina extasiada los visitantes llegaban a lo lejos.
Blod,
Tso, Levar y Corín estaban tratando de encender varias hogueras, de las cuales algunas se destinarían para cocinar alimentos.
En concreto algunas se utilizarían para abrasar carnes, otras para hacer sopa y verduras
y una brasa en especial serviría para hacer la pasta de ganja en conmemoración
a los nuevos invitados.
Algunos
leones acompañados de los hijos de Acuario cantaban y tocaban con los timbales hasta que vieron a los leones visitantes y cesaron en su empeño.
Los
nuevos reclutas comenzaron a saludar de forma informal. Por fin habían llegado.
Levar
abrió los ojos y su corazón sintió un burbujeo especial. El león estaba llegando. Su cuerpo levitó
levemente pero pasó inadvertida porque poco a poco controlaba sus emociones.
Cuando
Rasha llegó a la puerta de su casa hizo las presentaciones pertinentes entre su
familia, los ancianos de la aldea y los leones de Judá.
Los
reclutas podían esperar pero el líder de Judá poseía un rango superior.
Se
llamaba Joa. Era un hombre fornido, alto y moreno tanto de piel como de ojos y
cabello. No tenía el pelo recogido, pero sí muy erizado y algo mas largo y
rebelde por la parte de la nuca.
Rasha,
después de hacer las oportunas presentaciones, se acercó a su madre y le
presentó a su compañero:
-Reina
Madre, aquí te presento a Joa, el león de Judá. Protege y vela por su clan y
lucha contra Babylon con todo su corazón.
La
reina agachó la cabeza a modo de respeto y habló:
-Bienvenido
al clan de los leones Negros. Esperábamos vuestra presencia con fuego y calor
en nuestros corazones.
Entonces
ambos entrelazaron sus manos uniendo la derecha con la derecha y la izquierda con su respectiva. Era necesario, de este modo los dos clanes
estarían simbólicamente unidos.
Joa
alzó su cabeza. Era orgulloso y presuntuoso. La reina observó este gesto pero
respetó su audiencia. Levar, que estaba junto a Blod y la princesa Corín, trató
de esconderse. No quería presentaciones ni buenas caras. Pero no pudo evitarlo
cuando Rasha le pidió encarecidamente que se acercara.
Joa
tampoco estaba por la labor de conocer a la humana, pero no tenía escapatoria.
-Soy
Joa, de los leones de Judá. Me presento rindiendo pleitesía -dijo con una
mirada llena de furia hacia la terrestre.
-Yo
soy Levar -dijo agachando la cabeza.
Y de inmediato añadió desafiante:
-Y no quiero presentarme en absoluto frente a una persona que me mira por encima del hombro.
Y de inmediato añadió desafiante:
-Y no quiero presentarme en absoluto frente a una persona que me mira por encima del hombro.
-¡Eres
una insolente! -contestó enfurecido el hombre -Y tú eres la princesa bipolar…
¡Ja! –añadió haciendo una burla altanera.
Levar
estaba sorprendida, nadie salía a su favor. Pero decidió que Joa era el motivo
suficiente que necesitaba para demostrar que podía controlar sus emociones.
Fue
suspicaz y decidió armonizar las cosas.
-Perdóname,
Joa de los leones de Judá. Solamente ignoraba su cargo y su presencia. Espero
que pronto todo esté de su agrado.
"Porque yo ni lo estaré ni quiero estarlo"- pensó.
"Porque yo ni lo estaré ni quiero estarlo"- pensó.
Todos
los allí presentes se quedaron estupefactos. Se produjo un silencio conmovedor.
Entonces,
la reina trató de suavizar alguna arista.
-Amigos
visitantes, hemos preparado un banquete que espero sea de vuestro agrado. Después iniciaremos el ritual de
la ganja. Espero que os sintáis cómodos en la aldea de los leones Negros.
Entonces
todos se dispersaron para coger un sitio en los comederos y los leones de Judá
se acomodaron frente a las fogatas.
Rasha buscó la mirada de la mujer bipolar. Esta le correspondió con severidad. El brillo inicial que mantenía en sus ojos por él ahora estaba cegado por la rabia que sentía hacia el león Joa.
Realmente, en su fuero interno,
necesitaba hablarlo con él pero no era el momento adecuado.
Ayudó
a las princesas en las tareas del hogar y la cocina. Le encantaba oler nuevos
condimentos y cortar verduras. Prefería hacer cosas cotidianas. Estaba harta de
oír que tenía que controlar sus emociones o sacar a la luz cualidades extraordinarias.
Rasha,
al verla ayudar en la cocina, se acercó a ella con la intención de raptarla y llevarla a una
habitación donde pudieran tener intimidad.
La
reina Madre estaba al lado de Levar, así que Rasha le pidió permiso para poder
hablar con ella a solas. Se lo concedió no sin cierta ternura añadida.
-Quiero
pedirte perdón por no haber intervenido antes.
-Tranquilo,
debía ser así -dijo con cierta solemnidad.
-Tenía
que haber intervenido y, sin embargo, me he limitado a mirarte como un idiota.
-Cuando
me presentaste a Joa, desde luego que pareciste un idiota -contestó
irónicamente.
-Es
un gran luchador. Le necesitamos -aseveró.
-Es
un prepotente. Se cree superior a los demás -confesó lo que pensaba.
-Es
inofensivo, vamos Levar.
-Me
faltó al respeto -dijo casi sin dejar de hablar.
-Si
quieres luchar sola tendrás que aprender a hacerlo siempre, ¿no crees?
-intercaló inteligentemente Rasha.
-Él
no confía en mí, Rasha… -le dijo esta vez en un tono infantil.
-No
te preocupes, pequeña. Tú eres distinta. Debería resultarte más sencillo
mantener la armonía. Solo es un luchador más -le susurró rozando su mejilla con los dedos.
-No
aguanto a los que se creen superiores a las mujeres, y menos, a los que no
hacen nada porque eso no suceda…
Hubo
una pausa y Rasha con una hábil maniobra manifestó:
-Pues
entonces habla con él. Yo tengo que ser respetuoso. Vive con una de mis
hermanas. Además, aquí estamos acostumbrados a que el hombre demuestre su
fuerza y su posición.
-Y
qué te hace pensar que yo tengo menos posición -dijo esta vez malhumorada.
-Él
lo cree, eres mujer... Además vales tu peso en oro.
-Entonces
es envidia… ya veo ya -resolvió decididamente.
Cuando el león intentó acercarse a ella, la terrestre giró todo su cuerpo.
Cuando el león intentó acercarse a ella, la terrestre giró todo su cuerpo.
-Creo
que tengo que irme -musitó mientras daba unos pasos cortos.
-Tengo que ayudar en la cocina. !Soy mujer!
-Tengo que ayudar en la cocina. !Soy mujer!
-!Espera!
-exclamó él antes de que se fuera.
-Levar…
yo… yo… quiero…
No
logró terminar la frase cuando la mujer bipolar ya estaba saliendo por la puerta.
La noche iba a ser larga y al día siguiente llegaría la visita de la reina, los chamanes y las princesas.
Sofía
y Artemisa habían estado hablando en una audiencia privada con la reina Madre. Preferían
mantenerse al margen, en la tranquilidad de la tienda. Hasta que no vinieran el resto de reinas y
chamanes era lo mas prudente.
La
aldea se llenó de calor y risas. Ambos clanes tenían mucho de qué hablar. Las
princesas revoloteaban por toda la aldea ayudando a las reinas, que ya
empezaban a servir la comida. Además de la reina Madre, todas las mujeres adultas con varios hijos a su cargo también eran reinas pero las grandes decisiones corresondían a la madre de Rasha.
Levar se ofreció a ayudar con la compañía de Tso que le brindaba siempre un apoyo incondicional. No se había separado ni un instante de la princesa bipolar, siempre que ella lo hubiera dispuesto así.
Levar se ofreció a ayudar con la compañía de Tso que le brindaba siempre un apoyo incondicional. No se había separado ni un instante de la princesa bipolar, siempre que ella lo hubiera dispuesto así.
Jacky,
que seguía ensimismado con los niños, tan pronto como vio a las reinas
servir la comida, los cogió a todos y los puso en fila junto a la mesa de las
verduras.
Blod
descansaba junto al fuego. Sabía que si comenzaba
podría comerse su peso en carne pero debía permanecer liviano y ágil en sus movimientos.
Tania
se sumó al grupo que ayudaba junto a Levar.
Los
hijos de Acuario salían poco a poco de la tienda provisional junto con los
hijos de la espiral del sol Naciente, que estaban algo intimidados entre
leones. Los Ecoditas, que evitaban enfrentamientos de cualquier tipo, salieron
los últimos.
Era
un día especial y la reina lo dispuso todo para que todos los visitantes
pudieran unirse al festín. Ya no podrían sentir que estaban invadiendo su espacio pues ese
espacio se había creado para ellos.
Tania,
mientras movía cuencos de un lado a otro, trataba de hablar con Levar.
-En
la tienda provisional están confinados, Levar. Los Ecoditas no se relacionan
con nadie. A penas tenemos comunicación con ellos. Y entre los hijos de Acuario hay
alguno que no se encuentra bien físicamente.
-¿En
serio? No sabía nada -exclamó algo sorprendida-. ¿Y los hijos de la espiral
Naciente como están?
-Algunos
están fatal. No están acostumbrados a tanto calor.
-No
sé. Espero que no haya bajas. De todos modos, pronto llegarán las reinas y los
chamanes.
-¿Crees
que será suficiente?
-No
sé, Tania. Sobre el calor se me ocurre alguna idea pero es algo descabellada
para ponerla en práctica.
Mientras
todos comían, Tania y Levar buscaban algo, lo más parecido a un bidón que
pudieran llenar de agua. Encontraron, gracias a Corín,una tela impermeable la cual agujerearon con un cuchillo haciéndole múltiples agujeros. Ahora buscaban
un modo para poder tirarle agua a la lona desde lo alto de la tienda
provisional. Encontraron unas canaletas de agua que pudieron armarlas en lo
alto de algunos árboles, estaban hechas de ramas de árboles y servían a la
perfección para la causa.
Llegados
a este punto, se planteaban quién subiría a lo alto de las lonas para tirar el
agua. Primero tendrían que hayar la forma de llenar los dos bidones que
finalmente consiguieron. Pesaban muy poco pues estaban hechos de una pasta dura, parecida al plástico y mucho mas ligera. Levar imaginó que sería algún material que habían intercambiado con los mutantes.
Ahora
necesitarían la colaboración de algunos voluntarios que fuesen ágiles. Pensaron
en los hijos de la espiral Naciente. Dieron gracias que cuatro de ellos
quisieron cooperar.
Extendieron la tela estratégicamente cubiendo la tienda provisional en dos partes. Los
bidones estaban bloqueados con unas maderas para que el agua no saliera. Se encontraban dispuestos en las ranas de los árboles junto a varias canaletas situadas en varias posiciones.
Después
de la tarea en grupo volvieron con el resto para comer.
Cuando
llegaron, todos estaban celebrando ya la llegada de los leones de Judá. A pesar
de existir numerosos clanes, ellos eran los más venerados después de los leones
Negros. Su fuerza y valentía eran incomparables.
Blod,
que había estado observando a Levar y a la hija de Acuario, les advirtió de que
todo el mundo esperaba a que se sentaran.
Justo
después del banquete vendría el ritual de la ganja pero no iban a empezar sin ellas.
Cuando
comieron se iniciaron los rituales, y el ambiente, lejos de enrarecerse, se
distendió. Algunos leones comenzaron a reírse y a hablar de la lucha sin parar.
Otros, que habían probado más de la hierba, estaban sentados, charlando distendidos
y disfrutando del ambiente.
Rasha,
ahora que uno de los leones con más poder había llegado, perdió parte de su
carisma. Antes solía ser cercano. Ahora mantenía gestos de severidad y su
carácter era algo más distante y seco. Era un papel que él se había
autoimpuesto, un papel que creía estar en la obligación de llevar.
Él y Levar apenas se habían mirado en todo el banquete, ni siquiera de refilón. Durante el ritual la terrestre evitó encontrarse con su mirada y el estaba agotado, sumido en un mar de dudas.
Él y Levar apenas se habían mirado en todo el banquete, ni siquiera de refilón. Durante el ritual la terrestre evitó encontrarse con su mirada y el estaba agotado, sumido en un mar de dudas.
Meditó
sobre lo ocurrido. Estaba enfurecida pero pensó que no tenía sentido exigir que
el tal Joa la respetara. Era absurdo querer hacerse un hueco entre aquellas
gentes.
Mientras
todos estaban distraídos y relajados Levar y Tania comenzaron a preparar la sorpresa que habían estado planificando en la tienda. Ellas
mismas subieron a los árboles para ensayar desde arriba el tiro del agua.
Comprobaron las dos telas que habían colocado hábilmente con anterioridad y esperaron con
total satisfacción a que la tienda se llenara.
La comida fue suculenta y entre los clanes no hubo ni un solo altercado.
La comida fue suculenta y entre los clanes no hubo ni un solo altercado.
Los
primeros en aparecer fueron los Ecoditas. Luego llegaron los hijos de la
espiral Naciente. A medida que pasaban las horas, esperaron inquietos a los
hijos de Acuario. Eran los únicos que faltaban por llegar.
Estaban impacientándose…
Estaban impacientándose…
-Tania,
¿Por qué parecen tener conductas tan ancestrales?
-¿Te
refieres a los leones?
-Si,
claro -confirmó Levar.
-Supongo
que es porque mantienen las tradiciones de la reina de Shaba. Hace muchísimos
siglos, antes de que ella se aliara con el rey Salomón, su clan veneraban la hierba
y adoraban la vida en chozas y selvas.
-Pero
ella era una reina, no viviría así…
-Ella
no, pero sí sus súbditos… los leones de Sión.
-Era imperialista -musitó Levar.
-Siempre dicen que los chamanes obran con el bien, o que nosotros o los hijos Nacientes tenemos cualidades extraordinarias que solo poseen algunas reinas. Pero esa no deja de ser una verdad a medias.
-Los chamanes pueden convertirse en alquimios- comenzó a enumerar- los leones pueden mezclarse con los haggeds o los π, solo por interés. Y claro está, las reinas pueden usar su energía en detrimento de los demás, incluso colaborando con el propio faraón.
-Lógico... -murmuró Levar.
Oyeron ruidos desconocidos.
Trataron de Otear la aldea desde allí arriba pero no conseguían ver las fogatas.
Tania cambió de postura y la chica bipolar la imitó.
-Era imperialista -musitó Levar.
-Siempre dicen que los chamanes obran con el bien, o que nosotros o los hijos Nacientes tenemos cualidades extraordinarias que solo poseen algunas reinas. Pero esa no deja de ser una verdad a medias.
-Los chamanes pueden convertirse en alquimios- comenzó a enumerar- los leones pueden mezclarse con los haggeds o los π, solo por interés. Y claro está, las reinas pueden usar su energía en detrimento de los demás, incluso colaborando con el propio faraón.
-Lógico... -murmuró Levar.
Oyeron ruidos desconocidos.
Trataron de Otear la aldea desde allí arriba pero no conseguían ver las fogatas.
Tania cambió de postura y la chica bipolar la imitó.
-¿Y
por qué la hierba? -volvió a preguntar ávida de información.
-Porque
abre puertas, niña, abre puertas a quienes las tienen cerradas.
-Entiendo…
-contestó Levar algo aturdida.
-¿Estás
inquieta? -dijo la hija de Acuario cambiando de tema.
-La
verdad es que un poco.
Por un momento la terrestre miró
a su compañera fijamente y pensó en lo
inimaginable.
-Él
te espera, seguro que lleva toda la tarde buscándote en su corazón.
-Pero
yo ya no puedo confiar en él.
-Perdónaselo,
regálale parte de tu confianza –Le aconsejó.
Trataba
de convencer a Levar con cada una de sus palabras pero no estaba segura de si
su discurso era el mas conveniente o si debía callarse sin mas.
-No
sé lo que él quiere, pero a mí ya me rompieron una vez el corazón.
-El
corazón se puede romper una y mil veces, preciosa.
-Es
como caer al vacío -añadió la mujer bipolar- Sabes que tendrás que bajar al abismo…
-Además… -balbuceó- Yo vengo de otro Universo y no sé cual es mi encrucijada.
-Además… -balbuceó- Yo vengo de otro Universo y no sé cual es mi encrucijada.
-Entonces,
no le dejes caer a él solo, porque creo que él ya está cayendo por ti.
-Lo
tendré en cuenta, Tania, lo tendré en cuenta -repitió algo distraída ocultando
sus temores.
-Quizá no hayas entendido ni una palabra de lo que te digo la reina Omega. Pero es conveniente que sepas que tu eres una puerta, Levar. Si eres valiosa para el faraón no quiero pensar hasta que punto es peligroso abrir esa puerta. -esta vez estaba decidida a contarle lo que pensaba pero trató de ser prudente y siguió el hilo de la conversación.
-Rasha hará lo que sea para que nadie la abra. Es más, creo que ya está cayendo dentro de ella por tí...
Era un hombre valiente, pero si eso fuera cierto, estaba cometiendo una gran estupidez.
Ambas se miraron y cayaron al unísono.
-Quizá no hayas entendido ni una palabra de lo que te digo la reina Omega. Pero es conveniente que sepas que tu eres una puerta, Levar. Si eres valiosa para el faraón no quiero pensar hasta que punto es peligroso abrir esa puerta. -esta vez estaba decidida a contarle lo que pensaba pero trató de ser prudente y siguió el hilo de la conversación.
-Rasha hará lo que sea para que nadie la abra. Es más, creo que ya está cayendo dentro de ella por tí...
Era un hombre valiente, pero si eso fuera cierto, estaba cometiendo una gran estupidez.
Ambas se miraron y cayaron al unísono.
Blod,
que estaba encargado de avisar cuando todos llegaran a la tienda, alzó una
pata.
La charla les había despistado pero al parecer los últimos en llegar ya habian entrado.
La charla les había despistado pero al parecer los últimos en llegar ya habian entrado.
De
repente, en pocos segundos, el agua cayó por las canaletas hasta llegar a la lona y salió através de los agujeros. Unas pequeñas gotas se dispersaron por toda la tienda y comenzaron a mojar a todos los luchadores.
Algunos
alzaron las manos queriendo tocarlas. Otros miraban estupefactos hacia
arriba sintiendo que aquello era el presagio de un milagro. Todo el mundo sonreía eufórico. El calor era tal que se les antojó sentir que aquella lluvia era nieve.
Las dos artífices de lo ocurrido estaban ya abajo, junto a Blod, sonriendo y contemplando los rostros de los allí presentes.
Las noches tropicales eran insoportables. Por el día solía llover alguna vez; a veces la lluvia duraba tan solo cinco minutos y otras se prolongaba hasta al menos una hora.
Pero en la aldea las lluvias no eran tan habituales y la tienda solía recalentarse hasta parecer un auténtico hinvernadero.
Sin embargo aquella noche todo cambiaría, sería una noche magníficamente fresca.
Si te aptece seguir la Espiral Bipolar por el facebook pincha aquí FACEBOOK de Isthar Enlanoxe
Isthar Enlanoxe.
Buena encrucijada...
Las dos artífices de lo ocurrido estaban ya abajo, junto a Blod, sonriendo y contemplando los rostros de los allí presentes.
Las noches tropicales eran insoportables. Por el día solía llover alguna vez; a veces la lluvia duraba tan solo cinco minutos y otras se prolongaba hasta al menos una hora.
Pero en la aldea las lluvias no eran tan habituales y la tienda solía recalentarse hasta parecer un auténtico hinvernadero.
Sin embargo aquella noche todo cambiaría, sería una noche magníficamente fresca.
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Buena encrucijada...
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