La espiral de los leone de Sión. (3ªParte)
Después
de un sueño profundo, los visitantes despertaron revitalizados de un descanso
reparador.
En
esta ocasión las princesas habían organizado una mesa junto a la tienda
provisional. En ella se encontraba el cyperus, una bebida extraída de un
curioso tubérculo que se mezclaba con cereales. También había algunos frutos,
pan con dulces y mermeladas variadas, que se untaban en unas tortas de harina
redondas, blandas y de un tamaño de unos treina centímetros de diametro.
Los
luchadores, avisados unos por otros, fueron saliendo para probar tan suculentos
manjares.
Por
fin Rasha podía recibir la visita que tanto había esperando.
Bajaron
del farm tres reinas, cuatro princesas y tres chamanes.
Su
ayuda era necesaria, sobre todo ahora que el grupo empezaba a necesitar curas
de salud pues el calor y el propio viaje habían hecho mella en la gran mayoría.
Hicieron
las oportunas presentaciones.
Primero;
la reina Makkeda, la reina Indy y la reina Lila.
Luego;
El chamán Ribe, la chamán Elsa y el chamán Lucas.
Y,
por último, las princesas Luz, No, Néctar y Sila. Rasha,
satisfecho de recibir a las nuevas visitas les invitó amablemente a que
acompañaran al resto en el desayuno.
Tenía
una mezcla de inquietud, emoción y preocupación inusitada.
Pronto
llegaría el momento en el que deberían afrontar con valor una lucha encarnizada
contra Babylon.
Toda
su vida le habían preparado para proteger a su pueblo frente a la amenaza de Babylon. La destrucción de sus cimientos había sido su meta vital y
ahora podía convertirse en realidad.
Para
ello había sido elegido como líder de la espiral de los leones y, aunque sentía
el peso de la responsabilidad sobre sus espaldas, siempre había llevado hasta
ahora con orgullo el cargo que había admitido por honor.
Él
estaba organizando a todos los grupos, reclutaba a nuevos luchadores,
entrenaría a todos los voluntarios y tomaba las decisiones mas importantes,
entre ellas proteger a la mujer bipolar.
Definitivamente
era en la práctica el jefe de mando.
La
idea de dispersar agua sobre la lona de la tienda desde el techo había sido un
éxito. Todos los visitantes comentaron su sorpresa a la vez compartían su
alegría.
Cuando
desayunaban la alegría se convirtió una felicidad absoluta al comprobar que
entre ellos se habían unido algunos alfarianos mágicos y poderosos.
Sin
embargo, exceptuando a Jacky, el resto de Keburis habían pasado desapercibidos
y no se había comprometido ni un solo Ággelo. Rasha sabía, de todos modos, que la labor de los
Ággelos estaba destinada a cumplirse en la Tierra, con lo cual
comprendía por completo su ausencia. También en la espiral de la terrestre
serían necesarias ciertas ayudas.
Si
realmente el león sentía una carga, era la de su propio peso. No podía renegar
de la cuna de la que había bebido todos estos años, la misma que le empujaba a
enfrentarse contra Babylon.
Pero
Levar aun no estaba siendo entrenada y eso, para el león, la hacía
especialmente vulnerable.
La
mañana transcurrió con normalidad, pero no encontraba el momento de hablar con
la mujer bipolar.
La
reina Makkeda se encontraba junto a Jacky y varias princesas contándoles
cuentos a los niños de la aldea. Éstos, de forma expresiva e inocentes, dejaban
cada halo de su ilusión en las palabras de la reina.
El
resto de reinas estaban con los chamanes y los hijos de Acuario manteniendo una
reunión informal.
Tania
y Levar ayudaban en las labores de limpieza y Blod, como siempre, las observaba
desde una posición prudencial.
Levar
estaba haciendo una camaradería especial con Tania y algunas princesas, en
especial con la princesa Corín.
Por
fin Rasha se había decidido a hablar con ella.
Y
por fin ella había conseguido borrar la angustia que le crecía en el pecho
cuando pensaba que no tenía un lugar, que quizá no podría volver a casa, que
tal vez tendría que morir en una lucha por no sé qué
fuerzas distintas de poder… , una lucha que de algún modo estaba empezando a
comprender.
-¿Por
qué me evitas? -le preguntó cerrándole el paso.
-Porque
es lo mejor -contestó sin mirarle apenas a la cara.
-Tendríamos
que entrenar -dijo seriamente el león.
-No,
Rasha, esta es tu guerra, yo no tengo por qué utilizar ningun arma o ninguna treta estratégica.
-Y
yo no puedo permitir que vengas con nosotros y mueras así como así, simplemente porque no quisiste usar ningun arma -contestó despectivamente.
-Ya
estoy muerta -le dijo con contundencia-. Si voy a luchar contra Babylon es por
el resto de seres que habitáis este Universo. Pero mis días están igualmente
contados.
-¿Te
encuentras bien? Deberías comer algo –supuso.
-Sé
muy bien lo que digo, Rasha. Lo sé muy bien.
-Déjame,
al menos, que te demuestre como manejar tus emociones.
Levar
agachó la cabeza y por un momento flaqueó. Mostrar sus emociones ahora sería mostrarse débil. Así que subió bien alto el mentón y dijo.
-De
acuerdo, pero lucharé junto a un chamán, así que me gustaría que estuviera con
nosotros el chamán Lucas, Jacky me indicó quién era mientras desayunábamos
junto a la tienda.
-Así
será entonces.
Rasha
llamó a un león e hizo que buscara al chamán Lucas de inmediato. Levar seguía
allí desafiando a Rasha con la mirada.
Él
la miró con cierta incomprensión y ternura temiendo lo peor.
-Si
lo inevitable está por llegar, abraza lo evitable y ponte a cantar -dijo el
chamán acercándose a los dos.
Cogió
la mano de cada uno y les saludó.
-Hola
Rasha. Hola Levar.
-Os saludo a los dos, el viaje muy bien,
gracias -dijo sin más preámbulos.
-Hay
muchas maneras de amar. Vayamos cerca de aquel árbol, nos apoyará en nuestro
pequeño ritual bélico.
Tania
los acompañó gustosa y Blod se acercó al árbol en cuanto el chamán lo comentó.
-Para
poder abarcar el espacio de alguien tienes que abarcar su espacio energético.
Así es como el amor obra milagros, se esconde en todas las rendijas y crea un
aura de buena encrucijada.
-¿Cuál
es tu labor con Levar? -preguntó el chamán Lucas al león.
-Protegerla,
procurar que no le pase nada.
Levar
encogió la nariz.
-¿Y
la tuya con él, Levar?
-Yo
solo soy sincera conmigo misma y creo que con él también.
-¿Estas
segura? -escudriñó.
-En
realidad yo solo quiero que me deje en paz -dijo esta vez con un tono agresivo.
-Escondes
rabia. Ya veo porque algunos te temen y temen conocerte, je, je, je -rió a
carcajada limpia el chamán.
-Yo
quiero luchar, chamán Lucas -dijo algo decepcionada con la situación- pero no
puedo hacer nada en un lugar donde mi máxima razón de ser es ayudar en la
limpieza y en las labores de cocina –confesó.
-Aquí
las mujeres se muestran inferiores -siguió diciendo- a pesar de ser poderosas.
Yo no me siento a gusto de ese modo.
-Nadie
te obligó a hacer nada -alzó la voz Rasha.
-¡Las
circunstancias sí! -dijo Levar casi gritando-. ¿Qué se esperaba? ¿Qué fuera a
hablar con Joa si me teme y solo es capaz de mirarme a los ojos con ira?
Alrededor
de ellos había un pequeño coro al que se iban sumando poco a poco seres de
todos los clanes.
-Ya
entiendo -musitó el chamán-. Lucha de poderes.
-Aunque
tú, Levar, deberías entender que Rasha se encuentra en su propia casa.
-Me
da igual dónde se encuentre quién -gritó-. Yo solo estoy aquí para ayudar y
colaborar.
-Estás
aquí para algo más, querida Levar. Eres un faro que ilumina.
La
terrestre miró enredador y contuvo el aliento.
Rasha,
que presintió una amenaza, se puso en guardia y Levar trató de asestarle una
patada en su pierna izquierda con la reacción consecuente de que el león se
agachara hacia un lado.
Después
del intento fallido la chica bipolar puso estratégicamente sus manos en
posición de uve, dirigiendo toda su rabia hacia el hombro de él.
Rasha
cayó pasmado al suelo sin poder reaccionar. Afortunadamente no aplicó demasiada
fuerza.
-¡Basta!-
resonó la voz del chamán.
-Ahora
prueba con tu amor. Dile lo que piensas de él.
-Es
inútil -dijo Levar mirando hacia otro lado.
Rasha
agachó la cabeza agotado.
Entonces
ella confesó sus sentimientos:
-Siento
mucho lo que ha pasado…
-No
te preocupes -dijo el león acercándose a ella y rozando su mejilla con los
dedos.
Ésta,
a pesar de haberse sentido melancólica respecto a su situación con Rasha, cambió
la expresión de su cara inmediatamente.
En
aquel momento comenzó a reír y se agarró a los brazos de Rasha cogiendo impulso
con las piernas hasta subir su cintura a la altura de los hombros del león. Se
quedó allí de pie por unos segundos y luego se empezó a mover creando un
impulso lateral que la despidió dos metros por encima de Rasha. En ese momento
él cayó al suelo y ella se agarró a las ramas del árbol que estaba junto a
ellos.
El
león sonreía mientras ella, segundos después, daba un brinco y aterrizaba en el
suelo cerca de Blod.
El
chamán estaba maravillado y los allí
presentes aplaudían la hazaña.
Blod
se había puesto de pie asombrado y Tania, con los brazos en jarra, no paraba de
reír.
-Es
el maldito orgullo varonil lo que les ciega -le dijo la mujer bipolar a Tania
mientras se espolsaba las piernas de tierra.
El
chamán quiso seguir, esta vez sin Rasha.
-Ahora
necesitaría que viniera una reina. Por favor, que alguien vaya a buscarla y la
acompañe hasta aquí.
Una
princesa corrió en seguida hasta las fogatas de la aldea. La reina Makkeda se
encontraba con los niños contemplando como una comitiva de hijos de Acuario y
Ecoditas bailaban. Los leones y las princesas negros, que pocas veces habían
visto a estos clanes participar, aplaudían sin parar.
La
reina fue informada, por los susurros de una princesa, de que debía ausentarse.
Sería como debía ser.
Tras
la reina se añadió un público ávido de emociones. La siguieron hasta donde se
encontraba el chamán Lucas y el resto.
No
tenían ni idea de lo que iban a presenciar.
Caminó
a paso lento hasta donde estaba el chamán que la había solicitado. Sus andares
eran tan elegantes como sus piernas, que eran estilizadas y altas, y en sus
ojos trasmitía la pasión por la vida y el resto de las cosas.
El
chamán le susurró algo a la princesa bipolar antes de que llegara la reina. Era
menester.
-Eres
una chica excepcional, pero algo impaciente, tus temores pueden dañar a los alfarianos –reconoció.
Todo
lo que decía el chamán estaba en lo cierto –pensó Levar
-Escucha,
bella princesa: Sé fuerte y expulsa a la señora tristeza. Es la única que corre
en tu contra, por eso has de llenar tu corazón de amor o no responderás.
Cuando llegó la reina el chamán cayó quedándose en segundo plano.
-Me
presentaré, reina Makkeda… - y se agachó acercando una rodilla al suelo como
símbolo de reverencia y respeto.
Llevaba
una chilaba color azul cobalto con una capucha acabada en pico.
Sul escote estaba rodeado de unos pliegues color blanco que cubrían un collar
con la forma de una espiral acompañado de otro colgante con un pequeño botecito. La chilaba
estaba ceñida a la altura de la cintura y caía lisa hasta los tobillos. Carecía
de bolsillos pero no le eran necesarios ya que llevaba en la cintura una cinta que
sujetaba una pequeña alforja con dos compartimentos hecha con fibra vegetal de
color marrón oscuro.
La
reina se rozó el pelo tratando de quitarse de encima a un insecto insoportable
que la atosigaba. Tenía la cabellera completamente rapada, su pelo a penas
media un centímetro. Abrazó la idea de estrechar en sus brazos a la viajera pero se contuvo.
Bien sabía que muchos terrestres eran desconfiados.
-Creo
que no tengo nada que hacer en estos momentos -masculló Levar procurando
acercarse al oído de la reina.
-Creo
que sí -le contestó ella susurrando también.
-Princesa
Levar… uno aprende en la didáctica que lo importante es el desarrollo, la
innovación y la invención -explicó mirando a Jacky con cierta complicidad;
había estado acompañándola en los bailes.
-¿Cómo
crear energía nueva? -exclamó alzando lo suficiente la voz para que toda la
audiencia le escuchara.
-¿Positiva
o negativa? -preguntó Levar.
-Por
supuesto, positiva -contestó la señora de forma elegante.
Entonces
se acercó a una de las princesas y, moviendo sus manos, le propinó un golpe
acompañado de un movimiento seco hacia afuera.
De
repente, se desplegaron unas alas de las
espaldas de la princesa.
Se
oyó la ovación del público, su respuesta era completamente sincera.
Levar,
sorprendida, tocó las nuevas alas con sus propias manos. Parecían las alas de
una mariposa gigante. Brillaban y, en su esplendor, traslucían colores canelas y
anaranjados. En los laterales de las alas habían dibujados, a juego con los bordes de las mismas, unos minúsculos puntos con
pequeñas rallas azules.
-¿Tendrá
que vivir con ellas? -quiso saber curiosa
Levar sin dejar de mirar la nueva creación.
-Tan
pronto quiera volar y no pueda se le irán desintegrando poco a poco.
Cuando
lo que deseas es inútil, simplemente se esfuma. No tiene razón de ser.
-¿Y
cómo haces eso? –indagó.
Ya
casi no esperaba respuesta, de algún modo la necesitaba solo para resarcir su
curiosidad, pero ver las alas de aquella pobre muchacha le planteaba un reto
que no sabía como proyectar.
Estupefacta
volvió a mirar a la reina como si acabara de ver su primer truco de magia.
Verdaderamente era magia, pero no tenía truco, tal vez técnica.
-Con
la imaginación -contestó amable.
-Las
dimensiones son curiosas, Levar. Nosotras las reinas llegamos a tener espiral
propia gracias a nuestra evolución. Así sucede en cada espiral. Si tienes todas
las respuestas no avanzas. Si tienes algunas respuestas pero
numerosas preguntas eres apto para ser maestro y poder enseñar lo que sabes.
-El
deseo de que algo suceda no radica en la necesidad más íntima de que se
materialice sino en la conjunción de tu energía con la del deseo presentado al
mundo visible.
Levar
sintió la sensación de que, a pesar de estar recibiendo una clase magistral, no
entendería nada que la reina quisiera trasmitirle.
-Siempre
hay un maestro y un aprendiz en cada uno de nosotros. Tal es que, aunque podamos
asegurar que el único que puede crear es el maestro, solo un niño con la fuerza
de un adulto puede crear y solo un maestro con los ojos de un niño puede ser
poderoso.
-No
podemos subestimar la fuerza de la experiencia pero tampoco podemos desatender
las virtudes de la juventud. Es curioso como esa dualidad existe en todas las
cosas.
-Y,
sobre todo, es sorprendente como alguien pudo abrir esa puerta hacia la dualidad
natural… -la reina miró al chamán al pronunciar estas últimas palabras.
Levar
contempló a Jacky y luego a Blod. No entendía muy bien lo que estaba
sucediendo. La ambigüedad de la reina Makkeda le desconcertaba.
-¿Puerta?
-se turbó desconcertada.
-Sí…
-miró cómplice a la muchacha acercándose a ella un poco más.
-El
equilibrio… -deletreó lentamente- La estrella esconde el secreto y el faraón es
consciente de ello. Siempre estuvo esperando a abrir la puerta.
-Pero,
¿qué es esa puerta… y el equilibrio… y
la estrella? –profirió la terrestre.
-No
entiendo nada, reina Makkeda –agregó algo ofuscada.
-Nadie
puede ponerse en tu lugar, Levar. Solo tú puedes entender la magnitud de tus
polos opuestos y solo tú puedes comprender que te trajo aquí, porqué y para
qué. Es evidente que tu encrucijada es complicada. Pero el sólo hecho de que
estés aquí y te involucres voluntariamente en la lucha contra el Faraón,
demuestra que nada es casual.
-Si
él te quiere –comentó haciendo un ademán indefinido en el aire- podría poner en
vilo el Universo Alfa y eso implica que tú deberás tomar decisiones muy
difíciles. Se ha propuesto invadir todas las espirales… y...
La
chica bipolar interrumpió a la mujer elegante.
-Tiene
gracia… -expresó a modo de chanza- En mi mundo no hay un Faraón, reina Makkeda.
Alzó
la voz y observó al resto que miraban perplejos:
-En
mi mundo hay millones de faraones. Estamos infectados por ellos. Es más, si la Tierra no ha desaparecido
es cuestión de tiempo.
-Dame
un par de siglos, quizá cuatro… y todo se irá directamente a la papelera de
reciclaje del Universo – declaró de forma burlona.
-Bueno,
perdón –añadió cuando todos pensaban que hablaría la reina.
-Quizá
el Universo nos aguarde nuevos secretos, claro… se me olvidaba que el Universo
también hace chistes.
Perplejos
por las palabras de Levar, todos se miraron unos a otros. No habían comprendido
parte de la conversación pero lo que la mujer bipolar planteaba era que en la Tierra ya se había iniciado
la guerra. En realidad era solo cuestión de tiempo que Universo Alfa sufriera sus consecuencias.
-Levar…
- intercaló la reina con suavidad.
-Es
posible que sea cierto -todos exclamaron en silencio- Es posible que tu espiral
camine hacia su propia destrucción. Hay cosas que no puedo explicarte ahora. -aclaró
la reina con cierta ternura en sus palabras.
-Pero
quisiera darte mi opinión -hizo una pausa y respiró profundo.
-El
mal y el bien siempre existieron.
-Tú
misma entiendes su poder pues has tenido que luchar contra dos polos opuestos
toda tu vida. –dilucidó señalando a la muchacha con la mano.
-Unos
han intentado dominar las fuerzas positivas utilizándolas a su favor y otros
han intentado luchar toda su vida para poder vivir una vida pacífica y
tranquila sin que nadie les obligue o les torture.
El
chamán miraba atónito a la reina y luego a la princesa bipolar.
¿Era aquella
una conversación necesaria?
¿Era imprescindible explicar lo evidente frente a
todo aquel auditorio?
-Las
luchas no son necesarias pero a veces son inevitables. Nadie obligó a tus
gentes a convertirse en lo que son. Intentaron evitar ser dominados dejándose
dominar.
-Claro,
yo a eso lo llamo esclavitud y no es que se dejen, es que no tienen más
alternativas.
-Siempre
las hay y aunque no las haya –increpó la reina Makkeda -esta es nuestra
alternativa, no podemos permitir que nadie abra la puerta.
-Piensa
que tú no estás obligada, Levar –sugirió.
-Nunca
lo has estado en nuestras espirales – contestó con cierto desdén.
-Voy
a hacerlo –declaró la princesa bipolar guardando sus dudas.
-Supongo
que por todos… -concluyó alicaída.
-¡Chicas!
Terminemos con la sesión –propuso el chamán.
La mujer biplar trataba de no serlo pero a veces no podía evitar ser insolente.
Se dirigió a la reina, que se encontraba extenuada por la charla, y le suplicó
con delicadeza:
-Creo
que por ahora ya es suficiente, reina Makkeda.
-Tienes
razón Lucas. Cerraremos el círculo de la
reunión.
La
mujer se sentía algo descorazonada. Esperaba concluir con un diálogo iluminador pero ciertamente la muchacha bipolar era una compleja. Ardía en curiosidad,
tenía coraje, fuerza y empuje, era inteligente aunque algo contestataria. Era
una estrella curiosa, de esas que iluminan con arrojo a cuanto pasa a su
alrededor sin apenas darse cuenta, de esas que no son conscientes de su fuerza
interior y permanecían escépticas ante su propia luz cegadora.
Al principio
presumió que podía ilustrar a la terrestre, que su charla iba a darle fuerzasa la muchacha.
Pero ella solo miraba con los ojos de un niño; ingenua ante el mal, incapaz de mirar más
allá del enigma porque el enigma simplemente no le mostraba la más cruda y
sencilla verdad.
La
reina destapó un botecito que llevaba colgado al cuello. Guardó el tapón en la
alforja y se dirigió a la terrestre esta vez con cautela.
-Observa,
preciosa Levar –intentó suavizar aristas.
-Veamos
-dijo y ojeó a todos los presentes, que no eran pocos.
-¿Alguien
puede traerme una tela grande?
-Claro,
dijo una princesa de Sión.
Era
Gobedra, la hermana mayor de Rasha. Llevaba un niño pequeño colgado de su cuello. Corín era la mas joven, luego le sucedía
Aganju y Konata. Después estaba el líder y por delante de él una de sus hermanas
mayores, Hatsep.
Gobedra era la
mayor de todos y estaba destinada a liderar si su hermano
falleciese o no pudiese cumplir su función por fuerza mayor. Sin embargo, se anticipó a sus obligaciones entregándose al
honorable luchador Joa consciente de que llegado el caso, tendría que ceder a su posición. Aunque con Joa tuvo tres hijos, deseaba secretamente que su hermano se retirase. De ese modo, estaría obligada a volver a la aldea, con su familia...
La
princesa entregó al niño a una de las princesas jóvenes y se marchó con premura. Cuando volvió traía prisas y una tela. Había
llegado a la aldea con el deseo irremediable de participar
en todos los acontecimientos ya que en la aldea de Judá, exceptuando la crianza de los pequeños, estaba rodeada de
aburrimiento.
Era seria, algo retraída, aún siendo esbelta y teniendo la capacidad de presumir de unos ojos grandes y
una cara morena refinada, y se escondía tras una túnica color canela y descuidaba
por completo una melena espectacularmente larga y rizada que mantenía recogida
en un moño destartalado.
Apartó
todo el tumulto a un lado y se acercó a la reina entregándole una tela.
-Tomad.
-Muy
amable, dulce princesa Gobedra.
-Por
favor –se dirigió a Gobedra y le pidió que le ayudase a extender el trapo en el
suelo.
Terminaron
y prosiguió:
-Que
se aproxime el perro del Oeste delante de nosotros.
Blod
trató de evitar la mirada del público, pero todos le observaban y le gritaban
insistiendo en que saliera.
-¡Venga
Blod, sal de una vez! –vociferó uno.
-¡Vamos
pero del Oeste, demuéstrales lo que vales!- vociferó un hijo de Acuario.
Por
fin el can decidió salir.
Se
levantó y se puso junto a Levar, a medio metro de la reina.
-Creo
que vas a ser premiado por tu paciencia y gran corazón.
La
reina cogió el botecito con dos dedos de una mano y lo alzó.
-¿Qué
desearías ser…? -dijo con cierta excitación en la voz, y continuó.
-…Eso
justo serás.
Entonces,
el gran perro se agachó mientras unas punzadas inaguantables recorrían todo su
cuerpo. Entre el dolor, comenzó a trasformarse en un hombre de cintura fina y
pronunciados músculos. El pelo le desapareció de la mayor parte del cuerpo. En la cabellera, sin embargo, le creció hasta el hombro sustituyendo el pelo áspero y liso por una melena lisa y rebelde de color castaño oscuro salpidado por reflejos morenos y rubio ceniza. Sus hombros eran simétricamente más amplios que el resto de su cuerpo y los rasgos de su rostro estaban marcados por numerosos surcos de expresión
Sus ojos eran grandes y rasgados, su nariz prominente y recta, su boca era amplia y sus labios gruesos. Lo más destacable quizá era su mandíbula que, aparte de ser completamente cuadrada, lucía un hoyuelo central.
El
perro del Oeste temblaba aterrorizado. Miraba sus manos y sus pies y el pánico
se apoderaba de él por momentos.
-Esto
no puede ser verdad. ¿Qué me has hecho? -dijo esta vez gritando.
Los
niños se reían de su desnudo y los mayores balbuceaban palabras sin sentido.
La
reina, en cuanto reaccionó, cogió inmediatamente la tela y se la ofreció a
Blod.
-Esto
ha sido una estupidez -le dijo el can a la reina, entristecido.
-Yo
quiero seguir siendo un perro del Oeste.
-Pues,
en ese instante justo, deseaste ser hombre. Siempre hay que tener cuidado con
lo que uno desea, Blod… Ya no hay marcha atrás. Tu encrucijada te ha premiado
con esto -dijo alzando los brazos y mostrando todo su cuerpo, esta vez tapado
por la tela.
-Blod,
no me lo puedo creer. Eres tú -exclamó Levar tocándole la cara.
-No
puede ser, princesa. Yo ahora no puedo defenderte de la misma manera. ¿Cómo
lucharé si no sé ni mantenerme en pie?
-Confía,
Blod -musitó rozándole el pelo.
Al
otro lado del círculo, que se había formado alrededor del chamán y la reina
Makkeda, estaba Rasha.
-Un
perro del Oeste podía luchar como un luchador de primera –pensó el león.
-Sin
embargo, un perro del Oeste trasformado en hombre era una incógnita…
Blod
había sido sus ojos, y en ocasiones sus manos. Protegía a Levar con su propia
vida y plantaba credenciales a cualquiera por ella. Ahora, convertido en
hombre, implicaría un cambio de roles.
Era
evidente que Levar seguiría admitiendo su presencia como una ayuda protectora
pero nadie, ni la misma reina, sabía las consecuencias de aquella
transformación.
La
reina Makkeda sonreía complacida mientras contemplaba la escena en la cual Blod
y Levar se abrazaban fuertemente.
Un
cariño excepcional había nacido entre ellos, un cariño que se había fraguado
previamente y había llegado a trasformarse en afecto mutuo.
La
reina dio por concluido el espectáculo. Después de aquella disposición, todo el
mundo se retiró para seguir con sus tareas.
Tania
se acercó a Blod y le tocó el pelo desmarañándoselo.
-Un
perro convertido en un hombre, je, je, je -se reía.
-Yo
creo que ni la reina se lo esperaba -siguió diciendo-. Pobre perro idiota, ¡pero
mira qué guapo eres!
Blod
se había transformado en un gran hombre; alto y fornido, de facciones rudas y
masculinas pero seguía manteniendo la mirada dulce y sincera que hipnotizaba a
la terrestre.
-Estoy
hambriento y tengo sed -manifestó mientras Tania se mofaba de él.
Levar
se había quedado sin habla. El perro del Oeste la contemplaba tímidamente,
expresando con inocencia su inculpabilidad por lo ocurrido.
Cuando
todos se marcharon, el grupo de Levar, junto a ella misma, recogieron la tela y se
fueron hacia la casa de la reina Madre.
Blod
necesitaba comer -o mejor dicho- necesitaba devorar.
Si quieres seguir el libro através del Facebook pincha
Isthar Enlanoxe.
Buena encrucijada...
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